La dialéctica es implacable, terrible, mueve las cosas de tal manera que al final terminan encarnando en su contrario. Observando lo que está ocurriendo hacia dentro del PLD, un partido Estado, un partido hegemónico; uno puede afirmar que el conjunto de los acontecimientos se han desarrollado como “una dialéctica interna del sentido del discurso, en el cual lo que se dice denuncia al dicente”- diría Paul Ricour. Lo que ocurre en el PLD es como un «strip-tease» que nos permite mirar hacia la maquinaria electoral desnuda, observar el comportamiento de un partido político que ha manejado durante casi veinte años el poder absoluto en el país, y degradado la democracia a un nivel extremo. Nada es extraño en el comportamiento del PLD como organización política en los torneos electorales. Siempre se ha hablado de fraudes en el conteo de los votos, de la compra masiva de votos, de una propaganda ensordecedora empinada sobre la malversación de los fondos públicos, de ventajismo, de instrumentalización del asistencialismo estatal, de clientelismo, del aprovechamiento de todas las ventajas que ofrece el manejo del aparato del Estado para manipular el voto ciudadano; en fin, que si hay algo claro en lo que respecta al PLD y sus participaciones en los torneos electorales, es el hecho de que después de las elecciones del 1996, el PLD no ha sabido competir en igualdad de condiciones con sus adversarios políticos.
¿Cómo entender que Leonel Fernández siendo presidente del PLD se lance al ruedo y cuestione el resultado de unas primarias internas de su propio partido? Simplemente porque eso, que se hacía siempre, se queda ahora dentro del marco de la misma maquinaria política que lo propiciaba desde el poder, y porque la pelea es por el manejo del presupuesto entre las dos facciones del PLD que han usufructuado el gobierno. Según Leonel, la totalidad del proceso está afectada, y la compra de cédula, de acuerdo con Participación Ciudadana realizada en más de un 30% de las mesas, afectó al 36% del voto emitido para su parcela. También ha hablado de anomalías en la transmisión de datos, del cierre de urnas y conteo más allá del horario establecido, de manipulación tecnológica, apuntando que más del 65% de los votos de las mesas que cerraron a las seis y media de la noche le favorecían, y que al llegar al 83% del conteo de los votos emitidos se produjo un cambio brusco, inconcebible en las escalas estadísticas, que alteró, de manera inusual, el resultado. Son muchos, además, los recursos retóricos, las explicaciones técnicas y el vasto mundo de las interpretaciones de lo que ha ocurrido, tanto por parte de Leonel Fernández, como de sus seguidores.
Pero todo esto ocurre porque a quien le han aplicado el método es a un destacado miembro del partido, nada más y nada menos que a su Presidente. Pocas veces, en la ficción democrática en que vivimos, los mecanismos espurios de los partidos gobernantes quedan al desnudo. ¿No está a la vista, en cueros, el carácter mafioso, corrupto, del PLD en las denuncias de Leonel Fernández? Leonel Fernández es el “presidente” del PLD, Danilo Medina es el propietario, Gonzalo Castillo es una alcancía rentista que responde a Danilo. Todo cuanto ocurre es hacia dentro del PLD. La pus, el cuerpo arqueado de la sociedad al borde del vómito, la perpetuación de la mentira, el fraude, la autoreproducción del engaño, la corrupción; todo es hacia dentro del PLD. Y no importa que hable Leonel Fernández, Danilo Medina o Gonzalo Castillo; el salto del significante al significado lleva al mismo lugar, el PLD como la fuente del malestar, de lo fétido, de lo tambaleante, de lo podrido.