La marca país: monería o necesidad

La marca país: monería o necesidad

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Desde hace algunos meses, hay intenciones del gobierno de fijar lo que ya se ha denominado en el ambiente de la globalización, como la marca país, de manera que internacionalmente el país sea reconocido por lo que aquí se patrocina y se vende como el bien más preciado que nos permite darnos a conocer en la Tierra.

Ya son muchos los países del continente que se han empeñado en establecer su marca país. Así vemos cómo Colombia ya ha determinado que su café es su blasón distintivo, Costa Rica se destaca por sus reservas de su ecosistema tan particular con atractivas zonas de pasmosa belleza y sobrecogedora atmósfera de humedales y bosques de inigualable belleza. Cuba con su peculiar sistema político nos vende como su marca país sus cigarros, azúcar, su turismo y otras atracciones más que van en relación directa a lo atractivo de sus gentes.

Hay un empeño en que se nos reconozca con lo mejor de nuestros bienes naturales y humanos que permitan afianzarnos en el favor de la gente de los países desarrollados que vienen a visitarnos, atraídos por esa particular distinción que nos destacan por encima de los demás destinos de la gente de los países desarrollados, empeñados en disfrutar de sus vacaciones, atraídos por lo que aquí se ofrece como las playas y hoteles, o se produce ya sea el ron o los tabacos.

Hay un empeño serio de lograr descubrir cuál es nuestra marca país. Los esfuerzos han sido encaminados hasta ahora para que el ron que se venda en el exterior se conozca tan solo como ron dominicano, sin distingo de las tradicionales y atractivas marcas que muchas de ellas están incursionando desde hace algunos años en el exterior.

De repente se podría decir que son muchas las cosas que nos distinguen y que pudieran encajar felizmente como la mejor marca país. Algunos podrían inclinarse de inmediato por el ron o los cigarros; también el café, los mangos y hasta la cerveza que tanta atracción concita en los que las paladean y disfrutan de su «fría» como se dice en el argot popular.

Se podría pensar que también poseemos muchos monumentos y atractivos naturales que pudiera enarbolarse para la marca país como el Aconcagua en Chile, el Corcovado en Río de Janeiro, las ruinas de Machu Pichu en Perú, las islas Galápagos en Ecuador, el petróleo venezolano, etc., en fin que cada nación tiene sus propios criterios para desarrollar lo que mejor sería su marca país que pueda atraer tanto a los visitantes como los inversionistas que sientan seguridades por un clima de paz y estabilidad que existan localmente.

Investigar cuál sería nuestra mejor marca país nos llevaría a señalar que sería nuestra gente. Como ocurre en El Salvador. Nuestra gente, espontánea y cariñosa, cautiva con su hospitalidad, que aún cuando se ha ido perdiendo paulatinamente a medida que la vida demanda más esfuerzos para producir, todavía existe esa jovialidad al entrar en contacto con visitantes. Pero también es parte de una masa humana que trabaja cada día por la superación y que produce riquezas, contribuyendo a que el país continúe desarrollándose. Ese es un capital muy apreciado que muchas veces lo menospreciamos cuando nos auto- castigamos al considerarnos haraganes, delincuentes y amigos de la vida fácil; se pone como ejemplo el auge de las drogas y la exhibición de tantas riquezas que no tienen una explicación para decir que es de un origen puro.

Nuestra marca país podría ser nuestra gente; también podría ser el clima que aún cuando estemos en el sendero preferido de los huracanes tropicales, al menos se conservan nuestras bellas playas inigualables en el resto del Caribe, razón por la cual vemos cómo en este año unos cuatro millones de visitantes tocarán tierra dominicana para vacacionar y disfrutar del clima, de las playas y montañas y de nuestras gentes, en las espléndidas instalaciones  que van en aumento para en poco tiempo superar las 70 mil habitaciones hoteleras.

Se trabaja para determinar la marca país. Ojalá que esa labor llevada a cabo con profesionalidad no se desvirtúe y pudiera dar origen a que alguien disfrute de canonjías con el dinero del Estado Dominicano. Siempre existe el temor de que las buenas acciones se tuerzan, cuando el afán de lucro domina finalmente lo que se comenzó con buen pie, dando señales de que en poco tiempo el país disfrutaría de un rasgo distintivo con su marca nacional. Pero existe una singular certeza de que el camino tomado por los responsables llevará a un buen término esa acción, de que los dominicanos nos identifiquemos plenamente con la marca país elegida.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas