La marca país

La marca país

Siempre he imaginado lo que pasaría en este país si, por alguna razón o circunstancia, no llegaran barcos ni aviones. He pensado que debe fortalecerse y protegerse la producción nacional, porque sería la única forma de sobrevivir. A veces, el ego no nos permite comprender que somos una isla y debemos pensarla de manera estratégica.

De hecho, durante la pandemia de 2020, la producción nacional abasteció la demanda de bienes y servicios. Esa experiencia resulta valiosa para la construcción de una marca país basada en la resiliencia. En octubre de ese mismo año se lanzó la campaña de marca país, aunque sin los efectos esperados.

Escribo sobre este tema porque pensé en Japón, donde han cerrado cárceles y casi no hay policías, y más cerca de nosotros, en Costa Rica, con su “Pura Vida”, y, desde luego, el eslogan de que “La República Dominicana lo tiene todo”. Pues bien, no lo tenemos todo. No existe la coherencia necesaria para consolidar una verdadera marca país.

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Tenemos fortalezas suficientes para lograrlo, como el turismo, la música y el deporte. Pero nos falta integración multisectorial y otros pilares como la ciudadanía. No se percibe como un proyecto de todos los sectores: educación, ciencia, innovación y sociedad civil.

Enfrentamos problemas estructurales de imagen y otros desafíos que afectan la percepción internacional, como la desigualdad, el medioambiente, los derechos humanos, la migración y una comunicación estratégica deficiente que no toma en cuenta estos aspectos.

Para construir una marca país hay que identificar lo que nos hace únicos. Para ello, deben incorporarse sectores clave del Gobierno, la empresa privada, la sociedad civil y la academia. Juntos podrían generar una lluvia de ideas y construir un relato coherente.

Además del turismo, se deben ofertar como fortalezas productos emblemáticos, y no solo aquellos relacionados con la “economía de postre y vicios”: cacao, ron y tabaco.

La marca país debe institucionalizarse y enriquecerse con otros valores que poseemos, aunque no sean tan competitivos como los ya elegidos estandartes.

Tenemos todo lo que tiene Costa Rica, salvo los volcanes. Pero ellos no tienen ejército, pese a que tienen fronteras e inmigrantes. Presumen de tener más maestros que policías; su energía es renovable en un 90 %, y la contaminación ambiental es mínima, porque el cuidado del medioambiente es suficiente para sostener su “Pura Vida”.

¿Cómo lograr una marca país si permitimos la destrucción de los bosques y los ríos, si tenemos una imagen asociada a violaciones de derechos humanos y no se generan empleos decentes?

La marca país debe ser construida por los actores sociales y culturales mencionados, dentro de una política de Estado que trascienda gobiernos, con continuidad, coherencia y un presupuesto claro. Pero la falta de institucionalidad nos aleja de ese propósito.

La amabilidad de los dominicanos es un valor que destacan nuestros visitantes; es algo que debe fortalecerse, y se logra siendo solidarios entre nosotros mismos. Playa y sol existen en todo el Caribe, al igual que los huracanes. Por eso, una marca país también debe incluir un plan B, donde la seguridad figure como valor agregado. La marca país de Colombia se consolidó gracias al talento y la resiliencia de su gente.

Los recursos naturales de la isla pueden aprovecharse perfectamente, porque, en realidad, somos un “continente en miniatura”, como lo definió mi compadre Adalberto Grullón.

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