Las marchas cívicas pacíficas y ordenadas, es un recurso democrático para censurar las anomias de los gobiernos a quienes el pueblo ha delegado el poder para beneficios colectivos, no de un grupo político erigido en cártel financiero, como acontece con el triste momento actual.
Es un recurso posible en las democracias para censurar las anomias y anomalías de los gobiernos que elevan sus gobernandos para señalarles a los gobernantes las falencias y fallas en la conducencia del destino nacional.
Es cuanto aconteció el 22 de enero reciente con la multitudinaria marcha cívica ordenada y pacífica de centenares de paisanos convocados para censurar al gobierno del PLD y el presidente Danilo Medina de un manojo de inconductas en el manejo del Estado y el reclamo de los gobernados en relación a los impuestos que pagamos con la esperanza de devolverlos en función de gozo colectivo, no de un grupo.
Hoy, con mis años, la fatiga y el calor que me prohibió mi cardiólogo, me impiden acudir a una marcha, que es ésta, donde estimo que las marchas deben proseguir, incluyendo las provincias, organizadas, ordenadas, civilizadas, para insistir en llevar al gobierno del presidente Medina a la legalidad, como tremolaba el presidente Juan Bosch morigerar los excesos de los tétricos Doce Años al presidente Joaquín Balaguer.
Hoy, además de la corrupción, por el endeudamiento frenético, auge del crimen, haitianización, caos del tránsito vehicular, recuperación medioambiental, irrespeto e incumplimiento de las leyes, eliminación de los corrosivos barrilitos y cofresitos del show room de vilezas que es el Congreso, instaurar la no remuneración a regidores, finiquitar el tráfico de carbón a Haití, patrullar de verdad la frontera evitando el trasiego de haitianos indocumentados.
Esas son las premisas que vigencian las marchas cívicas.