La más reciente inmoralidad europea

La más reciente inmoralidad europea

Me regocijo de que sea uno “de por allá”,  un distinguido, respetable  e importante especialista francés,  profesor del Instituto de Estudios Políticos de París, Frederic Louault, invitado a disertar en FUNGLODE, en Santo Domingo, quien se exprese con tan recia claridad de la inmoralidad europea al maltratar a inmigrantes, tratados a escobazos, olvidando cuánto han sido y son útiles a la productividad europea, y devolviendo con gélida indiferencia el bien, la ayuda y la solidaridad humana que recibieron de otros pueblos, conectados –o no- emocionalmente con ellos.

Qué estupendo que sea un brillante experto europeo, rubio-dorado, ojiazulado, joven, apuesto y triunfante, quien  afirme que la ley migratoria de la Unión Europea es “inhumana, inmoral y antiética”.  También critica a Europa y los Estados Unidos  por incumplir sus promesas de ayudar al mejoramiento  de Latinoamérica y África. ¿Acaso no fueron las deslumbrantes riquezas de estas inexploradas y exuberantes regiones, ya sea en el suelo o en el subsuelo, y en resultados de la forzada labor de los nativos, las que permitieron la opulencia, poderío, arrogancia y ambición  de los mandatarios de Europa? ¿Acaso no  es de origen extranjero la riqueza europea?

Conquistado el Nuevo Mundo con la saña natural de aquellos siglos, posteriores a cuando se solía masacrar a los vencidos aunque ya, por los siglos 15 y 16, se hubiese descontinuado  la práctica  de pintar paredes con sangre y construir pirámides de calaveras a la entrada de los poblados conquistados como se hizo con cierta frecuencia en tiempos remotos ¿hemos superado las esencias de las acciones de, por ejemplo, el rey Sargón II  de Asiria, (722 a 705 a.  C.)  quien  dispuso deportar gran parte de los habitantes de los inmensos territorios, para acopiar todos los beneficios que allí se generarán?

Ahora, en el Siglo Veintiuno, las cosas andan por el estilo. ¿Será triste verdad aquella afirmación de Schopenhauer en cuanto a que el lema de la historia debería ser “Eadem, sed áliter” (lo mismo, pero de otra manera)? Uno quiere creer que no.

El mundo de las inmensas riquezas se planta impertérrito ante el mundo de las inmensas pobrezas, que luce arrodillado  y perplejo.

¡Cuán fácilmente olvidan sus pasadas debilidades y sufrimientos, cuando la generosidad  del continente americano abrió brazos y corazones, arropando hasta donde era posible los sufrimientos que padecían multitudes de europeos en una Europa en llamas,  envenenada de radicalismos  estúpidos e inhumanos! 

No puedo, ni quiero, ocultar o eufemizar la reacción dolida e indignada que me produjo la noticia de que España –nada menos- tiene la intención de presentar un Plan  para salir de inmigrantes legales que han cotizado para la Seguridad Social. Es que les quieren dar unos euros para que se marchen. Parecen creer que ya no les son tan beneficiosos y que los españoles de hoy, por problemas de desempleo, están  dispuestos a realizar  las labores que están a cargo de los hispanoamericanos  -entre otros-, tal como ví hacer a españoles en Londres y Hannover  en los años sesenta, cuando los oficios bajos, que ingleses y alemanes no querían realizar por denigrantes y mal pagados,  eran llevados a cabo por inmigrantes ibéricos.

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