La masacre de Orlando

La masacre de Orlando

El deseo de imponer por la fuerza paradigmas sociales, culturales, políticos o religiosos nos coloca ante el acto sangriento más grave que se haya cometido en territorio de Estados Unidos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Ninguna causa puede validar el exterminio masivo de personas como expresión de rechazo de un ejercicio de libre albedrío amparado en las leyes de un país que destaca por su garantía de la libertad.
La masacre de Orlando nos causa un fuerte sentimiento de repulsa, y dolor en carne propia porque al menos dos dominicanos están entre las 50 víctimas mortales de este ataque perpetrado a mansalva en un centro de diversiones. Hacemos votos por el restablecimiento de los heridos, que pasan de medio centenar y entre los que hay varios en condiciones de salud muy graves.
Los frecuentes ataques con armas de fuego contra personas indefensas ponen de nuevo sobre el tapete el controversial tema de las cláusulas que en los Estados Unidos garantizan a los ciudadanos el derecho de acceso a artefactos tan mortíferos como el fusil utilizado por el autor del atentado. De nuevo el pueblo estadounidense está ante un motivo de justificable paranoia, por el temor de que en cualquier lugar y en cualquier momento pueda aparecer algún sicópata que abra fuego contra una multitud.

Una ofrenda por la libertad

La lucha por la libertad está escrita con la sangre de hombres valientes muchos de los cuales van al frente de batalla a sabiendas de que se inmolan para dejar una semilla que termina dando frutos. Esa fue, tal vez, la convicción de los hombres que un día como hoy de 1959 aterrizaron en Constanza para enfrentarse a la tiranía sanguinaria de Rafael Trujillo. Seis días después, el 20 de junio, en sendas lanchas, desembarcaron por Maimón y Estero Hondo otros valientes que formaban parte de la conjura patriótica.
Hoy recordamos con admiración y respeto ese gesto de valentía y sacrificio que abrió las trochas necesarias para que emprendiéramos el camino de la libertad que hoy disfrutamos. Honrar la memoria de cada uno de estos hombres es una deuda de honor que tenemos todos los dominicanos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas