Atónitos, los dominicanos iniciamos nuestras actividades del Martes Santo bañados en la sangre de la masacre cometida por agentes de la Policía Nacional en Villa Altagracia. Allí, salvajemente ultimaron una pareja de jóvenes esposos predicadores de la palabra de Dios, que en una zona de esa comarca, habían finalizado su misión de esa noche y regresaban a su hogar de Sabana Perdida.
Esa masacre encaja en la frecuente actuación policial de producir acciones similares cuando eliminan supuestos delincuentes. Y este caso encaja como aquel crimen de los dos piñeros de Capotillo que se preparaban para salir a vender sus productos en el mercado cercano. Fueron ultimados en horas de la madrugada en circunstancias parecidas sin darle ninguna oportunidad de identificarse. Son escuadrones de la muerte que la policía tiene a su servicio para el trabajo sucio sin sombra de una legalidad maquillada y utilizan todos los sistemas de eliminación física para que el escándalo se aplaque a la sombra de dejar pasar el tiempo mientras la ciudadanía queda indefensa y sometida a los perdona vidas de esos escuadrones policiales para sostenerse realizando las fechorías que nunca son perseguidas y mucho menos esclarecidas o condenadas.
Tal sistema de eliminación de inocentes, o supuestos delincuentes peligrosos, es una herencia de la dictadura que pese a vivir desde 1961 en democracia, tal costumbre mortal no se ha erradicado de los cuerpos represivos policiales. Que son alimentados y sostenidos por razones de Estado para un trabajo rechazado por las fuerzas de los sectores más conscientes del respeto a la vida y de sus obligaciones ciudadanas. Los 60 años transcurridos desde mayo de 1961 han estado tachonados de las acciones más horrendas que la policía incorregible ha cometido en contra los ciudadanos inconformes en contra del Gobierno de turno. Casi ninguno de esos crímenes han sido juzgados y forman parte de la cuota de responsabilidad normal en regímenes semi autoritarios. Estos, como lo han demostrado a lo largo de los pasados años, de que no tiene otra forma de deshacerse de sus adversarios más calientes y combativos. Eliminan físicamente a sus opositores más contestarios que sostenían un programa de lucha de querer alcanzar el poder mediante la acción armada de la lucha guerrillera de los grupos radicales perseguidos por los comandos de exterminio de la policía con sus órdenes no escritas de la eliminación a como dé lugar de los opositores a la autoridad.
Y como dijera el familiar de unos los policías asesinos de que ellos cumplían órdenes superiores, revela la dualidad de las órdenes emanadas de una autoridad superior que cuando algo sale mal se quieren desligar de las órdenes y buscan cargarle el dado a los subalternos. Estos nunca tienen quien los defienda y reciben por lo general el repudio de la ciudadanía. Y aquí, distinto a lo que ocurre en otros países más organizados ante ese tipo de ocurrencia, los más altos oficiales renuncian y no como aquí se quedan como esperando alguna acción de castigo de los jefes pero que casi nunca ocurren para demostrarle al país el repudio de las más altas autoridades a hechos que arropan de vergüenza la conciencia nacional.
Aquí los jefes afectados en sus departamentos por los deslices de sus miembros subalternos no renuncian cuando se ven desbordados por abusos como el de Villa Altagracia. Los jefes continúan como si nada y casi nunca ningún reproche les llega de sus superiores. Y en este caso de la masacre de Martes Santo el presidente de la República reaccionó súper indignado para repudiar el hecho y ordenó la cancelación de los siete miembros de ese comando de la muerte.
Primera vez que un jefe de Estado dominicano reacciona con esa energía parecida a las que utilizaba el doctor Balaguer en sus apariciones televisivas de impacto cuando como presidente ocurría algo parecido prometiendo sanciones ejemplares para los responsables, cosa que casi siempre quedaba para las páginas de archivo de los periódicos.
Esperamos que esta vez con la reacción tan enérgica del presidente Abinader se tomen las medidas sancionables de lugar y que sirva para iniciar una labor de profilaxis en las filas policiales que por las ocurrencias de esos sucesos se ve que esta muy carcomida por las debilidades para aprovecharse de los cargos y buscar un enriquecimiento en base a la extorsión y la venta de protección y de sicariato para los más variados servicios reclamados por la ciudadanía coqueteando con la violación de la ley.