La mascota nacional

La mascota nacional

POR BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
José María Vargas Vila, el escritor colombiano cuya rebeldía y respeto a la verdad lo han enviado al olvido, escribió y describió en “Los divinos y los humanos” excelentes retratos de tiranos y dictadores, de algunos de los cuales decía que habían salido de la zoología.

Años después, mi hermano Freddy Beras Goico puso de moda el viaje de dos hermanos franceses, uno a Puerto Rico y otro a nuestro país: se trataba de monsieur Levan y monsieur Licien.

El último, monsieur Licien, se aposentó en Puerto Rico y a Puerto Rico “licién” acueductos, sistemas de transporte, sistemas de comunicaciones, escuelas, hospitales, una red vial adecuada, en una palabra, colocaron la isla en el mapa de la civilización y la modernidad real.

Monsieur Levan desembarcó en República Dominicana y desde entonces “levan” a dar energía constante, segura y a precios decentes, a construir escuelas y dotarlas de pupitres, mapas, pizarras, canchas, a construir hospitales y a dotar los que existen de los medicamentos mínimos necesarios, a organizar el tránsito y transporte, a someter a la justicia a los ladrones del gobierno, que son muchos, y a los del sector privado, que son más, a hacer que las autoridades y los gobernados cumplan con las leyes y reglamentos, “levan”, “levan”, “levan”…

La cuchufleta de Freddy se ha convertido en una realidad: somos el país de la esperanza, no porque creamos que vamos a lograr lo que es necesario sino porque permanecemos a la espera.

En varias oportunidades se ha ejercido el derecho a la desesperación, que es violento, difícil, irracional a veces, pero casi siempre justo, aunque no sea legal.

En el escenario de la vida parece que sólo nos han tocado las tragedias y cuando suele haber una comedia se convierte en tragicomedia.

Mientras avanza el tiempo, mientras el calendario nos pone viejos, vemos cómo se deteriora la calidad de vida en nuestro país hasta límites insoportables.

La capacidad de asombro no se ha perdido, la capacidad de adaptación tampoco, pero como usamos el mismo cántaro para buscar agua en el pozo, un día de éstos se le despega el asa o se rompe contra el borde de piedras.

Las tragedias se huelen como la lluvia en la humedad y frescura del viento.

Ver, escuchar y leer las noticias muestran un país desgarrado por problemas que tienen solución, a los cuales no se les busca salida por falta de liderazgo, por desidia o por maldad. Quizá esas soluciones precisan de inversiones públicas, en un país donde la mayoría de los funcionarios piensa primero en sí, segundo en sí y tercero en sí, como si fuesen herederos del poder público y de los fondos del erario.

Tiempo atrás la personificación del dominicano promedio era Vale Toño, con su machete y su sombrero de cana. Años después el personaje era Bolín, aquel simpático cibaeño cuyo sombrero de cana tenía adornos de colores, luego fue Casimiro, el excelente personaje de Luisito Martí, ahora propongo que la mascota nacional sea el cangrejo, pues el país hace tiempo que camina para atrás, y eso hay que revertirlo.

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