Tres jóvenes murieron cuando la PN amentralló un mitin estudiantil
En aras de mantener la memoria histórica, el médico Gabriel Molina recuerda el ametrallamiento de parte de las tropas policiales a la manifestación del alumnado normalista y universitario que se congregó frente al Palacio Nacional para exigir al Gobierno provisional de Héctor García Godoy la entrega presupuestaria a la UASD para cubrir los salarios de profesores y empleados.
Mientras la muchedumbre esperaba los resultados de la Comisión de la FED, la UER y la JRC que sería recibida por el mandatario, cuando el comisionado Romeo Llinás bajó para informar a la multitud juvenil que el presidente de la República no se encontraba en ese momento y utilizando como tribuna la verja de la casa de la esquina Moisés García con Dr. Báez, recibió un empujón de parte de un agente policial, provocando como reacción el lanzamiento de un trozo de madera hacia los uniformados, produciéndose de inmediato un inmisericorde e incesante tableteo de las ametralladoras Cristóbal que enrareció el aire de un tétrico olor a pólvora.
Atónitos e impotentes quedaron Amín Abel, Diómedes Mercedes, Luis E. Brea, Jimmy Sierra, Carlos Dore Cabral, Jacobo Valdez, Radhamés Mora y otros, que no podían creer el dantesco episodio que veían desde las escalinatas de la Casa de Gobierno donde quedaron varados. Atrás quedaron esparcidos útiles escolares entre gritos y dolor. Despavoridos corrimos por los patios residenciales de la César Nicolás Penson, la Uruguay y la Julio Verne. Muchos preñados de indignación rompían las vitrinas de la avenida Mella.
Tres estudiantes murieron en el lugar y 40 resultaron heridos, entre ellos Amelia Ricart Calventi quien falleció en el quirófano en Estados Unidos. Aún permanecen atados a sillas de ruedas Brunilda Amaralt y Tony Pérez.
Cuando el 3 de marzo trajeron el cadáver de Amelia, su sepelio se convirtió en otra manifestación de repudio a la masacre del 9 de febrero. Ya dentro del vetusto cementerio de la avenida Independencia y mientras se pronunciaba el panegírico y el zacateca empotraba el sepulcro, los asistentes fuimos tiroteados por las tropas invasoras brasileñas integrantes de la funesta FIP.
Molina rememora que brincamos las tumbas y la pared hasta la Cambronal con Padre Billini. Los disparos no pausaban obligando a guarecernos debajo del mostrador de la farmacia frente al Jardín El Clavel. Dentro del silencio reinaba el sonido inconfundible de los fusiles Fal y la voz de un niño que preguntaba: Mami por qué los muchachos de los comandos no disparan también.