La medida del vaso

La medida del vaso

POR LEONOR M. ASILIS
Es muy didáctica la moraleja del vaso. Cuando vemos un vaso que contiene en su interior cierta cantidad de liquido ¿Que decimos? ¿Tiene o le falta? Uno de los Santos y Doctores que nos pueden ayudar a ver la parte positiva de la vida y con esta, potenciarla, es San Francisco de Sales. Por supuesto, todo lo relaciona con la caridad y la dulzura.

Y es que la dulzura es la flor de la caridad. En efecto, el que es dulce no ofende a nadie, soporta a los que lo tratan mal, y no devuelve mal por mal. Obviamente esto sólo se puede si tenemos amor. El amor de Dios.

Nadie puede dar lo que no tiene. Y nadie puede tener lo que no recibe.

Es decir, que sólo cuando nos percatamos de su gran Amor somos capaces de amar como Él nos ama. Lo que pasa es que muchas veces nos hacemos ciegos e insensibles y nos dejamos arrastrar por la maldad, el odio y el desamor.

Es cuestión de conectarnos con Él (Jesucristo, maestro del amor) y ejercitar la caridad a la máxima potencia.

Exhortaba San Francisco de Sales: «No pierdan ninguna ocasión, por pequeña que sea, de ejercitar la caridad para con todos». «Hay que considerar al prójimo en Dios, después de pedir el amor de Dios hay que pedir siempre el del prójimo, particularmente para con aquellos a quienes no sentimos ninguna inclinación».

Ahora bien, a mis ojos, el consejo más sorprendente de este Santo para conservar la tranquilidad del corazón es el siguiente: «El gran bien, nuestra felicidad en la perfección, seria no tener ningún deseo de ser amado por las criaturas. ¿Que nos debe importar si nos aman o no? Si alguna vez nos parece que alguien no nos ama, debemos seguir adelante en nuestro camino, sin detenernos a considerarlo. Debemos amar al prójimo, a cada uno en su orden, según el deseo de nuestro Señor, haciendo todo lo posible para contentarle y hacerle el bien, porque ese es el deseo de nuestro Señor. Si Dios quiere que tengamos el amor de sus corazones, ese es un gran consuelo y bendición de Dios, y si no agrada a su bondad, debemos contentarnos con el amor del corazón de Nuestro Señor, y eso nos basta».

Esto nos recuerda aquella frase de Jesús registrada en el Evangelio: «Hay más alegría en dar que en recibir».

Es interesante esta enseñanza, decía que se atraen más moscas con una cucharada de miel que con cien barriles de vinagre, y que, sí el espíritu humano se rebela contra el rigor, por la suavidad se pliega a todo.

También decía: «Se paciente con todo el mundo, sobre todo contigo mismo».

Nos sugiere que seamos amables con nosotros mismos, y a la vez nos aconseja que no debemos alarmarnos y desanimarnos con nuestras caídas, sino por el contrario, a levantarnos después de ellas…

«Cuando la gente se le acercaba angustiada para preguntarle que debían hacer para ser santos, les «No desees ser sino lo que tu eres e intenta serlo a la perfección».

Insistía: «La tentación más frecuente en las personas preocupadas por su progreso espiritual es que bajo el pretexto de una influencia apostólica más grande, el demonio le hace desear una ocupación distinta a la suya».

Para hacerle entender esta gran lección a una de sus discípulas, le puso de ejemplo esta fábula: Decía que una vez alguien al ver una linda estatua, se detuvo a hablar con ella.

Le preguntaba que siendo tan bella obra de arte debería de andar por el mundo y conocer sus maravillas. En otras palabras, que se estaba perdiendo de grandezas insospechadas a su imaginación, intentando provocar en la tranquila estatua un sentimiento de inconformidad, lamento y rebeldía. Sin embargo, cual fue la sorpresa! La estatua, oronda y orgullosa le replico diciendo: Soy feliz porque mi Creador me hizo como quiso que fuera y me ha colocado donde quería que estuviese y no aspiro nada mas que complacerlo!

Gran enseñanza que nos revela el verdadero propósito de nuestras vidas.

Sencillamente, hacer la voluntad de Dios, sobretodo alegremente.

Finalizamos con una de sus más bellas frases la dedica al amor: «La medida del amor es amar sin medida».

Publicaciones Relacionadas

Más leídas