La medusa mediática

La medusa mediática

Guido Gómez Mazara

Poseen capital e insisten en posicionarlos, creyendo el dinero lo puede todo

Cuentan que el principal atributo de Perseo consistía en sus facultades sobrenaturales que encontraron en la decapitación de Medusa, el acto de mayor importancia porque lo catapultó a la condición de héroe.

Desafortunadamente, el mundo griego no proyectó las transformaciones de la modernidad y principalía de lo mediático, olvidándose que el sello distintivo exhibido por Atenea como escudo, posee la facultad de hacer una metamorfosis en capacidad de convertir en piedra todo el que intentara mirarla fijamente.

Y efectivamente, un decreto recreó la capacidad de congelarnos. Creímos el relato del joven abogado con deseos de avanzar que, impulsado por la política, encontró a su benefactor dándole la oportunidad de ir más allá de oficinas jurídicas colindantes con intereses privados, entrenarse en las destrezas del incomparable capital local, batiendo récords en la venta de cemento, y coronarse en el punto de mayor jerarquía de toda la estructura del Ministerio Público, con una parada técnica en el Centro de Exportación e Importación del país.

Así se preparaban las condiciones para un estrellato en la arena partidaria digno de un perfil presidencial que, necesitaba un toque de primeras planas, siempre aptas en la edificación de la singular pasarela de imágenes eternamente seducidas por la forma sin importar el fondo y dedicadas a encontrar la plataforma para hacer sus anhelos realidad. Aunque parezca irónico, llegó Odebrecht. 

El grave desafío de las aspiraciones acariciadas por élites económicas reside en que sus preferidos no conectan con la realidad social y gente llana. Poseen el capital e insisten en posicionarlos creyéndose la misma historia: la fuerza del dinero lo puede todo.

Y no es así, si no recuérdenle a los cívicos el muñequito de papel que terminó siendo su conductor por excelencia, cuando el carro de las aspiraciones de un médico excepcional no pudo alcanzar la meta, desde el momento que perseguir con látigos a los sectores sociales incubados por 31 años sintieron temor ante su posible victoria.

Se crisparon y expresaban su inquina a los resultados electorales del 16 de mayo de 1978 por las características del elegido.

Parecía muy simple, debido a que el cibaeño sin fascinación intelectual no era compatible con sus esquemas para gobernar la nación. Eso sí, se lo chuparon.

Cuando la continuidad del partido de los jodidos lanzó a 8 años el tiempo de oposición de los “aptos” en las tareas públicas, orquestaron un retorno que necesitó el contubernio de un organismo electoral y un túnica desdeñosa de todo lo que se asociara con los sectores populares para coronar su retorno.

Por eso, en el segundo aire de perpetuar sus criterios recurrieron al barrio de Villa Juana en búsqueda del muro que impidió la cristalización del sueño de un político excepcional que brilló por su irrepetible talento y se estableció en el corazón de los dominicanos humildes.

 Agotada la etapa inicial de una nueva generación que ascendía al poder amparada en el pacto de dos odios, llegó al Palacio una expresión de la ruralidad llana, cercana y amante de patear las formalidades protocolares del mando fundamental de la nación.

Y las dos últimas referencias del éxito presidencial, sin interpretar circunstancias de sus victorias, fueron subestimados por sus competidores y franjas financieras que nunca creyeron sus potencialidades.

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