La mejor manera de robar
un banco es tener uno

La mejor manera de robar<BR>un banco es tener uno

FERNANDO PELLERANO MORILLA
Así se titula el libro de William Black (2005) sobre el saqueo de las Asociaciones de Ahorros y Préstamos de los Estados Unidos por parte de ejecutivos y políticos en los años de 1980. Tanto Black como Robert Prasch (2006) han desarrollado el concepto de “fraude controlado” (control fraud), que yo prefiero traducir como fraude dirigido, y que quiero comentar a propósito del caso Baninter. Este encaja dentro de dicho concepto, según lo expuesto por los abogados del Banco Central y el Ministerio Público.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra fraude tiene, entre otras, dos acepciones. La primera es: “engaño, inexactitud consciente, abuso de confianza, que produce o prepara un daño, generalmente material.”  Y la segunda expresa: “dícese de los actos del deudor, generalmente simulados y rescindibles, que dejan al acreedor sin medio de cobrar lo que se le debe.”

El fraude financiero no es algo nuevo en la historia reciente de nuestro país. Ahí están los casos célebres del Banco Universal, el Banco Panamericano y el Banco de Comercio. Entre 1991 y 1994 fueron liquidadas e intervenidas por las Autoridades Monetarias y la Superintendencia de Bancos 15 instituciones financieras, incluyendo 5 bancos múltiples.

El fraude dirigido es distinto del fraude simple.  El fraude dirigido es aquel efectuado por el liderazgo ejecutivo de una empresa o banco, quien utiliza a la institución en que opera como un instrumento del fraude y un mecanismo de ocultamiento y defensa contra la detección de sus acciones engañosas. Su finalidad, al igual que en el fraude simple, es la búsqueda del enriquecimiento  y el poder personal.

El fraude es dirigido por individuos, que debido a su status social, poseen una significativa influencia sobre el medio en que realizan sus operaciones. Dada las influencias políticas al más alto nivel del fraude dirigido, éste llega inclusive a ejercer influencia sobre las llamadas “reglas del juego” dentro de las cuales se detecta, se evalúa, y se definen las actividades fraudulentas para modificarlas según convenga. Así violan los estándares y procedimientos contables normales de los informes que deben presentar a las autoridades. Parte de su estrategia son las campañas mediáticas como herramienta esencial para influir sobre la opinión pública.

El fraude dirigido es renuente a las personas honestas y de alta calidad profesional en su banco o en las instituciones que lo regulan y supervisan, prefieren personas incompetentes y conformistas. Contratan firmas de auditores externos, “prestigiosos” y famosos abogados y economistas pagándoles extravagantes honorarios para que les dibujen un cuadro dulcificado de sus actividades criminales.

Si es cierto que las actividades fraudulentas de Baninter venían ocurriendo desde el año 1997 y las de Bancredito y Mercantil por lo menos desde el 2000, esto implica que las firmas auditoras hicieron quince informes de auditorias sin que en ninguno de ellos evidenciaran fraude y alertaran a las autoridades. Por otro lado, desde 1999 los informes de la SB y del FMI revelaban indicios relevantes de las fallas en dichos bancos, sin que las autoridades tomaran medidas, bajo la excusa de no afectar la confianza en el sistema financiero.

La opinión de que fueron los fraudes bancarios los causantes de la crisis económica, así como la otra opinión de que fue la crisis económica la causante de las quiebras bancarias, son ambas inferencias incorrectas. En mi opinión, la crisis económica en el 2002-2003, que venia gestándose por la fragilidad financiera creada durante el auge económico anterior, puso al desnudo los fraudes bancarios al agudizar los problemas de liquidez de dichos bancos y poner en evidencia su insolvencia. Como afirma George Soros: “Cuando la marea se repliega se descubren los bañistas nadando sin traje de baño”.

Esta experiencia demuestra la degradación de parte de nuestra sociedad, exponiendo el bajo nivel de exigencia profesional y moral de empresarios, funcionarios y profesionales. Más que las pérdidas de miles de millones de pesos producto del absurdo salvataje total, lo grave son los inmensos costos e ineficiencias en la vida nacional, que están generando el ambiente de desconfianza y negligencia en los ámbitos público y privado. Es una triste historia en que hay muchos villanos y pocos héroes.

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