A la memoria de Nelson Mandela

A la memoria de Nelson Mandela

La desaparición física del ex presidente de Sudáfrica Nelson Mandela, no causa propiamente un vacío para la humanidad. Al expirar, como mortal al fin, cierra una existencia y una obra que quedan para siempre. Su larga lucha contra el segregacionismo, por la paz y la reconciliación para pacificar a su nación (sin un átomo de rencor tras la pesada cruz del apartheid) completa una de las historias más limpias y puras en un líder popular. Como resultado, tras su muerte, queda una luz inextinguible ante la que siempre han de postrarse reverentes las futuras generaciones. Solo aquellos que en diversos lugares del mundo dan la espalda al ejemplo de Mandela, podrían seguir siendo fuente de conflictos que abaten a los pueblos. En el presente, en varias naciones se imponen unos notorios antítesis de Mandela. Cabecillas del irrespeto a la condición humana y prolongadores de fratricidios.

Son Los antimandela de la discriminación y el racismo propiamente dicho. Cultores del divisionismo y la intolerancia. En la propia África del adalid fallecido los luchas tribales y los genocidios hacen sucumbir países, cerrándoles el camino a la convivencia y a la libertad. El hambre y la ignorancia dominan conglomerados y oscurecen el futuro. En el continente negro y en otras latitudes, debería buscarse inspiración en el coloso Mandela. Él ha dado lecciones para vencer la desigualdad y conflictos estériles. Sus huellas son imborrables. Sigámoslas.

La declinación de la lectura

El Gobierno, meritoriamente, combate el analfabetismo. Trata de expandir la lectura y la escritura como heramientas para superarse. Pero entre muchos dominicanos que saben de letras se está extinguiendo el interés por los libros. Las librerías quiebran y las bibliotecas públicas están desiertas o en número insuficiente; y muchos comportamientos de la colectividad denotan un escaso esfuerzo por desarrollar la inteligencia a través de textos de valor científico, histórico o literario. Las masas lucen en vías de empobrecerse intelectualmente.

El país clama a gritos por leyes y políticas -que a lo mejor existen pero que no funcionan- que fomenten la edición de obras y atraigan a jóvenes y adultos a las bibliotecas municipales o escolares, existentes y por crear. Se requiere también una gran campaña para llevar a la gente al uso más provechoso del internet como fuente de conocimientos y acceso a la narrativa universal.

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