La canción termina: “…ni siquiera tengas pena por dejarme, pues ese pacto no es con Dios”. Álvaro Carrillo fue clarividente: Cuando Dios no está en una relación, no hay pacto que valga. (Consulte Deuteronomio 7:9). Dios instituyó la verdad como “imperativo funcional” (Parsons), para fundar la nación que sería modelo para la humanidad. No porque “…no hay una cosa más bella que un niño cuando sabe decir la verdad”); sino porque la verdad es prerrequisito de toda relación humana: pareja, familia, grupo, asociación, nación o Estado. ¡No funcionan sin eso!
Hemos hecho boñiga con la verdad, y ahora casi nos quedamos sin familia, sin Estado y sin comunidad internacional, a no ser por el poder coercitivo ejercido por grupos, clases, multinacionales e imperios.
La era de la información ha devenido en la era de la mentira cibernetizada; internet, radio, prensa, televisión y cine, son utilizados como instrumentos de marketing-guerra. Desde Roma, la verdad revelada ha sido utilizada para la dominación del hombre por el hombre. Resultado: Nadie le cree a nadie, puede ponerse de acuerdo, excepto para una transacción inmediata o en efectivo.
Gobiernos y gobernantes carecen de suficiente credibilidad. Nuestro actual presidente es una excepción casi milagrosa, pero desafortunada: un Estado no funciona en base a la relativa credibilidad de unos pocos. Con Miranda y el problema haitiano, la gente muestra gran desconfianza en las autoridades, sean funcionarios y ministros, senadores o diputados, policías o militares. Igualmente si son empresarios, inversionistas, peor si son políticos. No tienen suficiente credibilidad los organismos del Estado, JCE, SCJ, TC (complete usted la lista); como tampoco las academias, escritores, comunicadores. La mitad son “patrioteros-aislacionistas-ilusos”, y los demás “traidores-vende-patrias”. La sociedad civil y otras ONG están “vendidas-al imperialismo”; desacreditado y temido por el pueblo dominicano durante siglos. Similarmente la OEA, más recientemente la ONU y organismos, las cortes internacionales, y hasta la misma Constitución y todo el sistema jurídico.
Vivimos al borde del desastre institucional, aunque usted vea edificios bien construidos y funcionarios opíparamente comidos, bebidos… ostentosamente enyipetados. Los sistemas normativos, institucionales, solamente existen si la gente los cree, admite e internaliza (en mente y corazón). O se cuenta con grupos beneficiarios del establishment, que lo sustentan mediante coerción y “fuerza pública”. La cual carece de credibilidad aún para sus propios miembros, y cuya obediencia no es necesariamente convicción, honor, ni temor de Dios; sino que conveniencia y soborno del propio sistema gubernamental, por medio de canonjías y privilegios; para que no acaben por reclamar, cada oficial y clase, un pedazo de calle o área pública, como guagüeros, taxistas, buhoneros y miles más.
Donde no está Dios la sociedad no prevalece. Las hoy desarrolladas son espejismos de civilidad. Su orden y civilismo, como el de Roma, tiende a ser corrupto; se desarrollaron mediante la explotación de pueblos débiles, y hoy administran la abundancia; su ordenamiento también se basa en la administración del miedo a su propia capacidad de autodestrucción atómica o bacteriológica. No reparan en que la mentira es autodestructiva y destructiva, más que todas las bombas juntas.