Lo decían los antiguos: “Es más peligroso un embustero que un criminal”.
Cuando se dice de alguien que es un criminal, todos lo evitan y se protegen de este. En cambio, un mentiroso suele pasar por honesto e inofensivo, con lo cual puede generar grandes daños a muchas personas y hasta a naciones enteras sin que nadie siquiera sospeche que él haya sido el causante.
En este asunto se solía excluir el chisme, que se consideraba exclusivo de mujeres, relativamente inofensivo, acaso simple entretenimiento, hasta que hoy día es toda una industria mediática sumamente lucrativa.
El mentiroso es un encubridor de delitos; es el funcionario que pasa por serio y honesto mientras desfalca el procomún. Y el comunicador que factura audiencia por favorecer intereses espurios.
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El criminal comúnmente es un ladrón, asaltante de caminos o de propiedades y viviendas ajenas, en actitud desaforada y arma en mano, dispuesto a quitarle la vida al que se meta en el medio.
Pero al criminal se le conoce o se hace sospechoso y la comunidad desarrolla modos de vigilancia en los hogares, y los comercios privados aseguran puertas y ventanas y ponen guardianes.
El mentiroso es cosa aparte, porque secreta o abiertamente difama, hace falsas denuncias y acusaciones y hace víctimas a inocentes sin que nadie le tome cuenta ni lo sancione.
El mentiroso construye fraudes bancarios, vende condominios inexistentes, productos dañados y vencidos, falsifica y adultera títulos y crea documentos ajenos.
La mentira es de fácil consumo, cualquiera tiene ganas de creerlas, porque la envidia se goza el mal ajeno. El daño a reputaciones y honras suele ser tema de diversión.
La misma se ha hecho más creíble debido a que, como no existen controles eficientes, han surgido verdaderos artistas, expertos en fingir o falsificar la voz de un mandatario, sin que puedan ser castigados.
Aunque los mentirosos más dañinos suelen estar en altos cargos públicos, instituciones financieras, no se quedan lejos algunos “comunicadores”, que, con moderna tecnología, crean, reproducen y difunden especies.
Meses atrás escuché un vídeo sobre alguien a quien conozco bastante, con una serie de mendacidades sobre su persona y su empresa, que me pareció tan bien hecho, tan creíble e inteligente que sentí deseo de saber quien lo fabricó para felicitarlo.
Frecuentemente, la prensa, la publicidad y el márquetin de nuestros días son habitados por gente que ni siquiera fue a la escuela; por lo que, en este ámbito como en algunas artes populares, la improvisación sin medida ni regulación es un modo “lícito” de ganarse la vida, de ser popular y obtener muchos “likes”.
Muchos de estos mentirosos son a menudo peores que el mismo diablo, porque éste no les mintió a Adán y Eva, pues solo les dijo: “Seréis como dioses”; y hoy día eso es lo más común. Cualquier ladrón o embustero es todo un gran señor que frecuenta salones y recibe elogios y aplausos. Y hasta reconocimientos que los patricios, ni los santos ni los héroes nacionales jamás recibieron.