La mentira y el verso de Raleigh

<p>La mentira y el verso de Raleigh</p>

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
No creo posible la vida en sociedad sin un discreto uso de la mentira -dijo don Publio-
¿Te imaginas qué sucedería si todos dijéramos exactamente lo que pensamos?

– Bueno, sería un desastre -admitió Jenaro – aunque se debe tratar de que la mentira sea poca y que su razón de ser sea noble…es decir…algo como lo que señaló por el siglo doce el poeta persa Saadi en su Jardín de las rosas. Decía él que “una mentira que produzca resultados felices es preferible a una verdad que ocasione resultados funestos”.

El peligro está en cómo se juzgue lo que es beneficioso o dañino, porque se suele mentir para exclusivo beneficio propio. De todos modos, no podemos vivir sin una dosis de mentiras cotidianas. Seríamos insufriblemente antipáticos si fuéramos cabalmente veraces -suspiró don Publio.

– Me parece que uno piensa en la mentira y filosofa en torno a ella solamente cuando está en desgracia – dijo Jenaro -y esto me trae a la memoria a Sir Walter Raleigh, a quien la mentira tenía sin cuidado en sus buenos tiempos en que gozaba del amplio favor de la reina Isabel Primera de Inglaterra y andaba en correrías por América, ya explorando el río Orinoco, ya fundando la colonia de Virginia en lo que es hoy territorio estadounidense, asaltando galeones españoles para apoderarse del oro que llevaban, llegando triunfante a Inglaterra con las primeras papas y el primer embarque de tabaco, que él dio a conocer allí para que desde Inglaterra se expandiera y se expandiera…

Pero al morir Isabel y ascender al trono Jacobo, rey de Escocia, las cosas cambiaron para Raleigh: cayó en desgracia y una confusa acusación de que conspiraba lo hizo caer prisionero en la Torre de Londres. Más adelante lo liberaron, pero tras el segundo encarcelamiento, le cortaron la cabeza. La cosa es que él empezó a filosofar sobre la mentira cuando cayó en desgracia y dejó un poema titulado “The Lie” (La mentira), que vale la pena que se conozca, sobre todo en estos tiempos nuestros, en que todo está tan embarullado.

– Y sobre todo en que uno está en desgracia -corroboró don Publio – porque la clase media ha desaparecido, se ha ido por el sumidero de la devaluación monetaria. Se ha abierto una brecha enorme entre los ricos y los pobres… y hay que admitir que, aunque la clase media saludable fue realmente una obra de Balaguer, nunca, anteriormente, hubo tan brutal diferencia entre quienes tienen y quienes no tienen, porque los ricos eran en el pasado menos ricos y los pobres menos pobres…antes…la miseria, la misma miseria, era más blanda, más flexible, más receptora de hermandad humana…¿Volveremos a tener una verdadera clase media en la República Dominicana?

– Esperemos que sí – musitó Jenaro suavemente. Entre tanto veamos el poema de Raleigh, que es perfecto para nuestros desencantos y dolores. Empieza él encargándole al alma “el huésped del cuerpo, como le llama, emprender una misión ingrata, sin temerle a tocar “lo mejor”, porque la verdad será su garantía. Entonces dice: (*).

“Dile a la Corte, que ella brilla
y relumbra como madera podrida;
Dile a la Iglesia que ella enseña
Lo que es bueno, y no lo hace.

Si la Iglesia y la Corte te replican,
Entonces dale a ambas la mentira”
“Dile a potentados que ellos viven actuando por la acción de los demás,
Que amados no son sino por lo que dan,
Que no son fuertes sino por bienquerencia.

Si los potentados te replican,
Dale a los potentados la mentira”.

“Dile a los hombres de alta condición,
los que manejan el Estado,
que la ambición es su propósito
y su práctica odio sólo.

Si alguna vez te replicaran
Dales entonces la mentira”.

“Dile al fervor que devoción requiere,
Dile al amor que no es sino lujuria,
Dile al tiempo que no hace más que transcurrir,
Dile a la carne que no es más que polvo.

Guarda la esperanza de que no te repliquen,
Porque tendrás que darles la mentira”.

“Dile al ingenio cómo riñe y se disputa
en puntos cosquillosos del agrado.

Dile a la sabiduría que se enmaraña
A si misma en sobre-erudición.

Y cuando ellos te repliquen
Dales entonces la mentira”.

Dile de su ceguera a la fortuna
Y la naturaleza de su menoscabo y de su ruina.

Dile a la amistad de su dureza incompasiva,
Dile de su tardanza a la justicia.

Si ellas replicasen dales,
dales entonces la mentira”.

“Así cuando tú hayas
como te ordene, dado esa hablada” (**)
ya que dar mentira merece puñalada,
que te apuñale a ti quien pueda,
pues al alma no hay herida que la acabe”.

(*) Traducción libre del autor. Original inglés publicado en Collins Albatross Book of Verse. London 1963.

(**) “Blabbing” en el original.

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