La metáfora de Francisco

La metáfora de Francisco

Bajo ninguna circunstancia, estoy ni estaré de acuerdo con el crimen de Estado, personal o terrorista como vía para resolver problemas, vengar agravios, «hacer justicia», o cualquier otro pretexto que pueda enarbolarse para justificarlo.

Creo en la diversidad de ideas y opiniones y en la confrontación civilizada de las mismas en busca de la verdad que, muchas veces creemos poseer y que al final, los hechos nos demuestran que estamos equivocados.

Entiendo que al margen de nuestras verdades, hay dogmas y creencias religiosas que pueden resultar ilógicas e irracionales a nuestro entender, pero que debemos respetar y debatir con altura, si fuese necesario.

Soy cristiano y cuido no dejarme arrastrar al fanatismo, defiendo mi fe sin ofender a quienes no creen en Dios, y nunca aprobaría la ridiculización de quienes no creen o tienen otras religiones, dioses o creencias diferentes a las mías.

Así como me manifestaría en desacuerdo con que se caricaturice la imagen de Jesús con imágenes o viñetas pornos e insultantes, estoy en desacuerdo con que se haga con Mahoma o cualquier ídolo de religiones extrañas.

«Matar en nombre de Dios es una aberración. Pero tampoco se puede provocar ni insultar la fe de los demás. Y si alguien dice una mala palabra en contra de mi mamá, puede esperarse un puñetazo», afirmó recientemente el papa Francisco.

Creo que el papa, haciendo uso de su lenguaje sencillo y coloquial no pretendió justificar el ataque terrorista a la revista satírica francesa Charlie Hebdo, sino resaltar la necesidad de que la prensa observe ciertos límites de prudencia y respeto.

Este terrible suceso debe servir de reflexión a todos los comunicadores del mundo.

 

 

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