La mezcla de nacionalismo y medio ambiente es  infernal

La mezcla de nacionalismo y medio ambiente es  infernal

Argentina y Uruguay llegaron a lo tragicómico cuando, peleando por la instalación de una fábrica de papel, olvidaron que eran hermanas inseparables. Muy a menudo, en República Dominicana, voces conocidas repiten que los haitianos “son depredadores por naturaleza” y algunos tontos lo creen, ignorando que la Historia y Francia en particular, son responsables de la situación ambiental de Haití.

El peor del nacionalismo está integrado a la sociedad dominicana, en general. Se puede comprobar cómo en tiempos de crisis ideológicas y políticas,  tiempos en los que hay gran incertidumbre sobre cuáles son las mejores  opciones y formas de gobierno, la política toma como argumento legítimo la defensa de lo nacional;  “lo extranjero”, aquí,  es casi siempre el  haitiano. La ideología nacionalista lleva implícita en su defensa la oposición hacia las otras nacionalidades. Sin embargo, al final, es una ideología de “doble dirección”: lucha de intereses entre el estado jurídico que gobierna y el estado cultural que conforman los ciudadanos del territorio.

¡Faltaba que el nacionalismo invadiera el campo discursivo y el accionar de algunos ambientalistas del país!. Y Jaime David no podía quedarse callado. El pretexto resultó ser la deforestación en la frontera, provocada por dominicanos pobres, que venden carbón para sobrevivir, en otra oportunidad fue la privatización de la playa en la costa Norte. Como en tiempos de Selva Negra, que culpó a los campesinos, hoy se culpa a los haitianos. Es peligroso que  se elabore un discurso de la “dominicanidad” en torno al medio ambiente, cuando se sabe que el capital no tiene frontera, ni patria, ni escrúpulos.

Es tarea  de la Secretaría de Medio Amiente recuperar playas, bosques, ríos y la soberanía del país, sobre todo los recursos naturales, sin importar el origen del capital. Éste actúa sin pasaporte. Cierran playas dominicanos, extranjeros, funcionarios, ricos como  pobres y  ricos deforestan nuestros bosques, no por los mismos motivos.  Sustituir el papel del Estado en las condiciones actuales, es hacerse corresponsable de una política que provoca la privatización de todo y pronto del manejo de los Parques Nacionales con la creación de esos patronatos encabezados por empresarios, es hacerse cómplice, en particular,  de una gestión que no tiene el valor de enfrentarse a los problemas que causan la deforestación y la contaminación de los ríos de la capital.

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