Los modelos migratorios obedecen esencialmente a factores económicos, integración familiar y políticos. El drama venezolano tiene en la crisis financiera instalada con mayor rigor desde 2013, un nivel de inflación que se proyecta alrededor de 700%. Además, el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) retrata la crueldad de la inseguridad ciudadana con cifras de 28,479 asesinatos en el año 2016, estableciendo una tasa de fallecimientos letales 3.6 veces mayor que Brasil y Colombia.
La Venezuela de hoy anda muy mal. Por eso, países como el nuestro representan un destino por excelencia de ciudadanos sin perspectivas de mejoría en su lar nativo. Antes, el ciclo migratorio operaba a la inversa y la ciudad de Caracas se constituyó en el quinto destino de la emigración dominicana. Fundamentalmente, los dominicanos optaron por llegar a la tierra de Bolívar a mediados de los años 80 en medio de grandes trastornos económicos fomentados por ajustes duros y recetas emanadas del Fondo Monetario Internacional (FMI) que, hicieron de la salida del país, la respuesta inmediata a las angustias locales.
Un trabajo publicado por el Centro para la Observación Migratoria y Desarrollo Social del Caribe (OBMICA) ilustra efectivamente que hasta el año 2015 existían 5,417 venezolanos registrados legalmente bajo la categoría de población extranjera, y de ésos, 301 recibieron residencias temporales.
La rigurosidad académica de mi buen amigo y excelente profesional, doctor Eddy Tejeda produjo un artículo titulado, “Emigración Dominicana: cifras y tendencias” y pone de manifiesto el dato de que 14,743 compatriotas se establecieron en Venezuela hasta el año 2015. Es decir, que la alternativa de vivir en el hermano país disminuyó considerablemente para los nuestros porque la posibilidad de llegar a Europa los sedujo considerablemente al punto de que en las dos últimas décadas, España representó la aspiración básica de establecerse fuera del país.
Ya Venezuela no es atractiva para los migrantes dominicanos. Ahora ellos vienen, y siento que su masiva presencia está construyendo las bases de prejuicios e impugnaciones desproporcionadas. En esencia, nadie se ausenta de su patria “pura y simplemente”. Por eso, las cachapas, arepas y el consumo de cervezas Polar expresan un nuevo fenómeno que los dominicanos tenemos que acostumbrarnos. Y es muy sencillo: los venezolanos encontraron en la flexibilidad del ingreso a la nación dominicana una vía de escape a su tragedia.
En todo proceso migratorio masivo se incorporan argumentos prejuiciados que sólo pueden desmontarse con las estadísticas. Así como los dominicanos nos molestamos ante la relación de incremento de nuestros nacionales/ tendencias delictivas en New York, resulta importante establecer que hasta el año 2015 en el marco de las deportaciones realizadas por las autoridades dominicanas de 14,525 extranjeros expulsados, 3 eran de origen venezolano. No obstante, rasgos de altísima sofisticación comienzan a percibirse en el ámbito bancario y financiero con modalidades desconocidas por nosotros, pero atribuidas a extranjeros de origen suramericano llegados recientemente. Entre los procesados por ésos delitos, aparecen muchos venezolanos.