La mirada fenomenológica como camino de liberación

<STRONG>La mirada fenomenológica como camino de liberación</STRONG>

A la tarde te examinarán en el amor;

aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición.

San Juan de la Cruz

 

Todas las separaciones causan sufrimiento. Hace unos días, una persona muy cercana tomó la decisión de dejarme después de estar juntas por más de una década.Todo lo que está afuera existe adentro. De modo, que cualquier pieza que no podamos integrar, es una parte nuestra que nos falta. Cualquier “no” presente en nuestras vidas, nos separa de algo o de alguien.

Al despedirla en la puerta de mi casa, le dije que para mí estaba bien su decisión y que la quería mucho. Al compartir el suceso con una amiga, me preguntó cómo era posible que pudiera estar tan tranquila cuando gran parte de mi mundo descansaba en quien se iba. Por un momento, me cuestioné mis sentimientos para regresar al mismo sentimiento: agradecimiento.

Llame a mi amiga de nuevo y le dije: siento lo mismo que te compartí, pero gracias por provocar en mí un cuestionamiento. Así, pude ver que hay una diferencia entre ausencia y separación. Hace un par de meses, mi hija menor se fue de casa como lo hicieron su hermano y hermana mayor antes. Mi vida ha seguido hacia más. ¿Cómo puedo sufrir por quien se ha ido, si está presente en mi corazón? El sufrimiento por una separación solo muestra nuestro desacuerdo con la ausencia.

Estamos afectados por las fuerzas de un Espíritu Mayor, que nos incluye de igual manera y con el mismo amor. Cuando asiento a lo que es, entro en contacto con esas fuerzas en las que todos estamos unidos al TODO. El campo de visión fenomenológico va desde un punto de vista estrecho a una percepción amplia, en la cual miramos -más allá de lo que se presenta- a un campo de fenómenos mayor, y al alma mayor que contiene todo ello.

La vida me ha mostrado que todo aquello que se excluye, rechaza, ignora, invisibiliza o no se mira, nos causa dolor. De hecho, cuando no miramos algo en realidad lo despreciamos. Para mí, amar es poder ver a la persona junto a aquello que es más grande que ella, que le mueve en una determinada dirección. La vida es una serie inacabable de bienvenidas y despedidas, y ser feliz es estar de acuerdo con que así sea.

Cualquier cosa que decimos “no” es fortalecida en la misma medida de nuestra oposición. Campañas como “No a la violencia”, “no a las drogas”, “no al abuso infantil”, nos muestran como el fenómeno ha aumentado en la misma proporción de la lucha contra ellos. La madre Teresa, fundadora de las misioneras de la caridad dijo:”La paz y la guerra empiezan en el hogar. Si de verdad queremos que haya paz en el mundo, empecemos por amarnos unos a otros en el seno de nuestras propias familias. Si queremos sembrar alegría en derredor nuestro, precisamos que toda familia viva feliz”.

La realidad de “afuera” nos muestra la realidad de “adentro”. La postura fenomenológica nos lleva a mirar sin juicio, sin crítica, sin miedo y sin culpa aquello que se presenta (el fenómeno). Así, podemos acercarnos de un modo indiscriminado en que no necesitamos tener una postura al respecto. Lo que ocurre simplemente “es”, sin connotarlo como bueno ni malo, bello ni feo, sano o enfermo, agradable o desagradable. Solo vemos el “fenómeno”, como si fuésemos testigos que observan un suceso.

Al adoptar una mirada fenomenológica, entramos en contacto con la dimensión espiritual. Libertad es tener conciencia de los límites. En el ámbito del espíritu, no hay nada que podamos hacer, porque todo ha sido hecho ya. Así, solo podemos acercarnos a él en completa humildad o rendición.

En el I-Ching hay un hexagrama que nos entrena para saber que ya todo está hecho: Wu Weique se define como la “acción libre de objetivos” o “hacer sin acción”. Algunos pensadores dicen que la mirada fenomenológica es “ver como Dios”. Para mí, este ha sido un camino de liberación que me ha conectado con lo sencillo, lo simple y lo fácil.

En los momentos en que me bloqueo me pregunto ¿Cómo estará mirando esto Dios? Y recuerdo a gálatas 5, 22-23: “En cambio, el fruto del espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo”.

 

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