La miseria humana mató a Lenny Féliz

La miseria humana mató a Lenny Féliz

El acto de asesinar, es cruel y cobarde. Lo sustenta y lo practican aquellos que están construidos de emociones negativas: resentimiento, odio, culpa, envidia, vergüenza, rabia, miedo, etc. Sencillamente hay que estar en miseria humana de los pies a la cabeza, y ausente de actitudes emocionales positivas: amor, alegría, compasión, reciprocidad, gratitud, para no sentir o reconocer el logro, el crecimiento, el talento de los que viven o trabajan con uno.

La profesora Lenny Féliz, una mujer humilde de Sur, dueña de una hoja de vida construida paso a paso, abriéndose camino, separando piedras y tomando atajos para sortear una mejor vida, decente y que soporte auditoría, cosas impropias en la sociedad actual; decidió el camino más injusto, de mayor inequidad y de menor reconocimiento al talento y a la condición humana, ser maestra de escuela pública en  la sociedad del “parecer”.

No importa, Lenny Féliz apostó a su talento, su sentido de utilidad lo válido, caminando kilómetros y soportando sol y polvo, para darle a los niños pobres, desnutridos y de miradas lejanas del sur el pan de la enseñanza. Su orgullo lo conquistó a papel y lápiz y se crecía en  sentir que había conquistado el más alto y noble peldaño: despertar a niños y niñas para que dejen de ser esclavos, a través de la educación, del conocimiento y la dignidad que aporta una maestra y una escuela.

Lenny Féliz era una maestra resiliente, venía de condiciones desfavorables y a base de esfuerzo, disciplina, coraje, le ganaba un simple escalón a la vida; unos pequeños y limitados incentivos y reconocimientos que parecían demasiado grandes en la pobreza del Sur y en la visión corta de sus depredadores asesinos.

Solamente la miseria humana, los celos y la envidia del que vive con prótesis en el espíritu o la perversidad en planificar el asesinato de una compañera, que era el estimulo, la referencia y el camino para los niños y la comunidad.

Lenny cargaba como toda maestra de escuela un puño de aspirina, un frasco con alcanfor, tres curitas y una menta para responder cuando algún niño se enfermara. La identidad psicosocial, el carácter y las emociones sanas se construyen en la escuela, con el maestro, con la enseñanza y la socialización en valores. Ahora Lenny, qué le decimos a los niños, cómo le construimos una sociedad diferente, si los propios depredadores decían ser maestros. ¡Oh Dios! ¡Qué miseria! Quizás Hostos lo entienda, o Américo Lugo, o los Henríquez Ureña, o el maestro Juan Bosch. Qué les decimos a los muchachos para que sean diferentes y no desiguales.

El mundo es otro, la sociedad es otra, sencillamente hay depredadores y hay gente buena, Lenny Féliz era una maestra de escuela de luz larga y de sueños asumidos. ¡Oh Dios! ¡Qué miseria humana!

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