En la columna pasada cité la tensión que el 17 de septiembre de 1994 vivió el expresidente de EEUU, Jimmy Carter, mientras negociaba en Puerto Príncipe con el general Raoul Cédras el retorno a la presidencia de Jean Bertrand Aristide, depuesto por los militares haitianos. Cédras tenía las riendas del poder. Es bueno señalar que Carter viajó con el visto bueno del presidente Bill Clinton en compañía del senador Sam Num y el exjefe del Estado Mayor Colin Powell. La misión la describe Clinton en su libro “Mi Vida”. Dice, por ejemplo, que Carter tenía cierta cercanía con Cedrás, Num era partidario de celebrar elecciones parlamentarias, y Powell creía que el Ejército y la Policía podían gobernar Haití.
Pero ese día los tres eran el ariete de Clinton, quien ya había despachado dos portaaviones a las aguas de Haití y coordinaba con el general John Shalikashvili, el almirante Paul David Miller y el teniente general Hugh Shelton cómo sacar del poder a los “gorilas haitianos” y reponer Aristide. Participarían paracaidistas y los “SEAL”.
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En el diálogo, Cédras cambiaba –dice Clinton- constantemente de trato y no había avance. Clinton dio plazo hasta la 5 de la tarde para lograr un acuerdo y nada. Llegó un momento en que Cédras se enteró de la operación y todo parecía naufragar. A la cinco y media de la tarde despegaron 61 aviones de Carolina del Norte rumbo Haití. Y Clinton instó a Carter a abandonar el lugar. La tensión la rompió el presidente haitiano Emile Jonassaint quien dijo que quería paz, y Cédras cedió. Carter llamó a la Casa Blanca, y Clinton ordenó el regreso de los aviones.