4 de 4
La Pontificia y Real Universidad Autónoma de Santo Domingo vive hoy, tal y como lo hiciera en el transcurso de su historia, un proceso de transformación estimulado por los cambios que experimentan las diversas realidades nacionales. Ese proceso, actualmente en desarrollo en la América Española y en la región del Caribe, presenta aquí manifestaciones muy peculiares. Los gobiernos que hemos tenido a partir del ajusticiamiento del dictador Rafael Trujillo Molina, entre otras iniciativas y en términos generales, han venido revisando el rol del Estado frente a las universidades públicas y reduciendo sus magnitudes y funciones, mediante la aplicación de políticas macroeconómicas de ajuste estructural.
La reflexión sobre las relaciones Universidad–Estado supone un difícil reto, porque las relaciones entre las universidades y los representantes de la autoridad civil siempre han estado y estarán marcadas por una especie de inestabilidad, en la que se precisan altas dosis de comprensión mutua sobre el papel que a cada una de las partes le corresponde desempeñar en el servicio a la educación superior. Los distintos avatares sociales, políticos y económicos han sido, a lo largo de la historia, la razón esgrimida por unos y por otros para justificar sus planteamientos respectivos. A pesar de ello, nuestra Alma Mater, la Pontificia y Real Universidad Autónoma de Santo Domingo, sigue cumpliendo con su cometido de crear conocimiento, transmitirlo, y configurar una permanente conciencia crítica de la sociedad.
La UASD que heredamos hoy es casi la misma que fundara el papa Pablo III en conexión con la evolución cultural que tuvo lugar en la Baja Edad Media. La Vieja Casa de Estudios tardó siglos en adoptar como característica irrenunciable su independencia de los poderes. Tardó años en democratizar sus estructuras, en el sentido de dar valor a quien sabía, sin menospreciarlo por razones de raza, linaje o procedencia geográfica. Y tardó años para convertirse en un lugar apreciado para el ejercicio y creación de ciencias experimentales. Antes, tuvo que renunciar al desempeño de su antiguo papel de formadoras de funcionarios para el Estado y de estar al servicio de los dictadorzuelos de turno.
La Universidad Primada de América ha sido testigo unas veces y víctima otras de la evolución de una sociedad como la nuestra que ha avanzado entre la tradición y el progreso, entre las viejas costumbres y las más avanzadas investigaciones en un continuo desarrollo político, económico y social. Su autonomía descansa en la no dependencia de otros para la creación de ciencia y de conocimientos, junto a su proclamada libertad para la expresión de sus propias ideas y de su confrontación respetuosa con los demás.
En la actualidad, nuestras universidades registran pérdidas en su importancia debido al surgimiento de numerosas y disímiles instituciones de educación superior que han crecido y continúan haciéndolo de manera descontrolada.
El enorme crecimiento de su población estudiantil obstaculiza la solución de los problemas que afectan a la Universidad Primada. Sus autoridades continúan enfrentadas a gentes que no comprenden que la educación superior ha pasado de ser en este país un privilegio de unos cuantos a una expectativa de muchos. La Universidad como creadora de ciencia no empezó a realizarse como tal hasta el inicio del Movimiento Renovador de 1966, cuando todavía algunas de las más conocidas instituciones de educación superior resistían para no adaptarse a una nueva situación.
Los equilibrios entre los complejos actores a los que nos referimos, reflejan las variables situaciones sociales que asientan en asuntos cotidianos como el presupuesto de la UASD, la selección de los estudiantes, la masificación, el desempleo o la gestión en el interior de la misma.