La modernidad de los políticos

La modernidad de los políticos

ANTONIO PEÑA MIRABA
La modernización de los partidos políticos del país, depende de la capacidad que muestren sus principales líderes para hacer de sus respectivas organizaciones verdaderos instrumentos al servicio de la sociedad. No pueden modernizarse los partidos si los políticos no lo hacen primero. Para ello es necesario que nuestros líderes políticos se coloquen por encima de las mezquindades que han reducido la actividad política en el país a un simple mercado de oportunidades económicas, en el que cada quien anda tras lo suyo sin importarle para nada los principios y postulados que hicieron posible el éxito de su organización en la conquista del poder.

Todo lo contrario a lo aquí expresado fue lo que hizo el PPH-PRD durante los pasados cuatro años de gobierno del agrónomo Hipólito Mejía. Pesó más el interés particular del grupo gobernante, que los de la nación, lo que llevó al país a su peor crisis económica y social de las últimas décadas.

La modernidad requiere que nuestros líderes políticos inauguren vías permanentes de comunicación con los distintos sectores que conforman la sociedad dominicana. Es necesario que ellos conozcan las preocupaciones y debates que se dan a lo interno de esos grupos que inciden en el comportamiento de la población. No es que el líder asuma los pensamientos de esos sectores, es que los conozca para que pueda apoyarlos o rechazarlos a través del debate de las ideas, para de esta forma evitar insultos y descalificaciones, como los que a diario producía el pasado gobierno. Un político es un intérprete de la sociedad, por tanto si desconoce los temas que en ella se debaten, no desempeñará con éxito su labor social. No todo lo que esos sectores reclaman a los gobiernos, es viable y prudente. Muchas veces lo que persiguen son beneficios sectoriales en detrimento de la colectividad. El líder moderno se caracteriza por la capacidad que muestra al momento de enfrentar estas situaciones, sin llegar a las bajezas que vimos en el pasado reciente.

El político moderno debe respetar los compromisos que asume, para de esta forma afianzar su autoridad moral. El principal activo de un político es su credibilidad ante el conglomerado social en el que se desempeña. Todo cuanto haga para fortalecer esa autoridad lo va perfilando hacia el liderazgo a que aspira todo aquel que se ha involucrado en la actividad política. Un político que no respeta su palabra puede ser exitoso en el corto plazo, en lo inmediato, pero a mediano y largo plazo, se convierte en uno más del montón, sin trascendencia y descalificado para emprender grandes acciones. La modernidad requiere dejar atrás las trapisondas a que nos acostumbraron algunos políticos del pasado reciente. Como he expresado en otras ocasiones, un político es un vendedor de ideas, por tanto para ser exitoso debe ser creíble, y para ser creíble es obligatorio que cumpla con su palabra empeñada. Es por ello que el político moderno de hoy debe venerar los compromisos que asume y dejar atrás las triquiñuelas, porque cada día que pasa nuestra sociedad es más cauta al momento de externar sus simpatías políticas.

El político moderno debe prepararse intelectualmente para desempeñar con éxito las funciones que le correspondan en la dirección del estado. Cuando digo que debe prepararse intelectualmente, no me estoy refiriendo únicamente a estudios universitarios. El profesor Juan Bosch fue autodidacta y nadie cuestiona la calidad intelectual que siempre exhibió. No se pueden vender ideas si no se tienen, y la forma de adquirirlas es con el estudio permanente y la investigación constante. Para ser político moderno hay que dejar atrás al político chismoso e intrigante, y dar paso al novedoso, al creador de nuevas formas, al que está a la vanguardia de las nuevas corrientes del pensamiento político, social y económico. Para el político moderno no hay receso ni recreo en la capacitación, en la adquisición de nuevas ideas, en el análisis de los problemas que afectan la sociedad. Los conocimientos hay que actualizarlos permanentemente y el político que no lo haga corre el riesgo de quedarse en la retórica vacía y sin sentido. La gente quiere oír cosas nuevas de nuestros políticos y para ello estos deben capacitarse cada día que transcurre.

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