La modernidad y Leonel

La modernidad y Leonel

UBI RIVAS
El presidente Leonel Fernández es un gobernante influenciado por la modernidad que impregnó su conciencia cuando cursaba el bachillerato en La Gran Manzana en la década de los 70 del pasado siglo. Sería harto beneficioso para el país concretizar un Sillicon Valley, una isla de la fantasía, un metro, escuelas computarizadas, algunos elevados más que faltan en la capital dominicana, como los que construyó en la 27 y la JFK, que ya recompensaron sus inversiones en ahorros de combustibles, gomas, repuestos y ¡tiempo!

Empero, antes de acometer esas obras post-modernas, o conjuntamente con ellas, exponemos al presidente Fernández una sugerencias para su reflexión ponderada, ahora que disponemos de un gobernante y un estadista que es proclive a esos menesteres del espíritu, con una apreciable dosis de sindéresis que fue notorio su ausencia en el reciente pretérito.

Para hablar de modernidad y ufanarnos en serlos, el presidente Fernández primero debiera considerar realidades, cierto que ancestrales, como lo son que nuestro país está entre los diez primeros de América Latina con la más alta tasa de tuberculosos, lo que traduce una deficiente o inexistente alimentación en la gran mayoría de nuestra población.

En nuestro país, es la consecuencia de esa estadística terrible y lacerante, un 65% de la población vegeta por debajo de la línea de pobreza, lo que traduce, en 8.5 millones que somos, 6.4 millones de individuos menesterosos.

A esa estadística tenebrosa, barril de pólvora con una mecha encendida que un 22% vegeta en pobreza extrema, es decir 1.6 millones en absoluta indigencia.

Claro que no es culpa del presidente Fernández esa catástrofe social que flagela al país, sino que viene desde el albor de la nacionalidad, porque en 161 años de vida republicana, los macheteros del siglo 19 y parte del 20 hasta el 23 de febrero de 1930 en que el brigadier Rafael Leonidas Trujillo detuvo en seco la montonera con la paz de los cementerios, cierto, pero la detuvo, engulleron un siglo de desventuras e incertidumbres que postraron al país porque ninguno exhibió un proyecto de nación, y por eso, entre otros motivos, nunca lo hemos sido.

Hemos sido una caricatura de país y nunca una nación, como profetizó antes de la proclamación de la independencia Narciso Sánchez, padre de Francisco Sánchez del Rosario, prócer cimero de nuestra república.

El 15 de este mes de marzo el presidente manifestó que apoya una isla artificial ya, en relación a un proyecto privado domínico-español, presentado por el mundialmente famoso arquitecto Boffil.

Ocurre que en el país más de la mitad de la población no dispone de agua en acueducto ni energía eléctrica; más del 70% de la población hace sus necesidades físicas en letrinas y en bacinillas porque no disponen de inodoros y los pueblos, excepto las cabeceras de provincia, que solo tienen una, no disponen de ambulancias para trasladar enfermos, que son transportados en las camas de las camionetas con una colchoneta debajo. ¿O no es así?

La seguridad social en el país es en gran manera por cuenta propia de los que pueden, sobre todo la médica así como los seguros de vida y los retiros por pensiones no alcanzan para ni siquiera mal comer, mucho menos para medicinas que requieren los envejecientes.

Las ciudades y pueblos carecen de rellenos sanitarios.

La secretaría de Educación declaró reciente que carece de recursos para reparar 1,653 aulas.

Existe una oferta en estos días de producción energética por los 1,384 megas y una demanda de 1,840 megas, y por un déficit de unos 500 megas no es posible que hayamos retornado a la tortura de Tántalo de los dilatados apagones que trastornan la vida nacional de manera absoluta.

En los últimos meses las zonas francas industriales han despedido a más de 19 mil empleados, porque el 60% de su estructura es textil y la avalancha de China nadie puede enfrentarla en competitividad de precios y calidad, y nadie habla de variar las estructuras de las zonas francas industriales por alimentos procesados, provenientes de nuestra campiña.

El presidente aprobó en su reciente viaje a España un proyecto por US$300 mm destinados a la reforma carcelaria, luego de la tragedia del presidio de Higüey, donde perecieron 140 reclusos porque los policías no atendieron a los gritos de que se incendiaban las cárceles ni abrieron los candidatos para que los presos salieran, algunos se fugaran, pero que no perecieran 140.

El presidente tiene material pesado para reflexionar y entonces pautar las decisiones que estime altamente conveniente para el país.

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