La monarquía constitucional y parlamentaria moderna 

La monarquía constitucional y parlamentaria moderna 

En el artículo anterior hicimos referencia a las ideas de John Locke como el pensador que sentó las bases a la formación de la monarquía moderna. La Europa del siglo XVIII estaba en plena convulsión.

Estaban en disputa los burgueses que exigían mayor participación política, ya que habían ganado el terreno económico. El desmoronamiento del sistema feudal les facilitó la plataforma para hacer las exigencias. 

La Europa central, no así la nórdica, se hizo eco de estas exigencias.  Francia fue la cuna de la más importante revolución. El sistema monárquico francés se fue al traste con la toma de la Bastilla y la desaparición física del rey Luis XVI. En efecto, el 14 de julio el pueblo parisino asaltó la fortaleza de la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico y punto estratégico del plan represivo del odiado rey Luis XVI.

Después de varias horas de combate, las masas despavoridas y hambrientas y cansadas tomaron la prisión y asesinaron al gobernador, el marqués Bernard de Launay. 

La toma de la Bastilla se convirtió en el símbolo de todo lo que representaba el llamado Antiguo Régimen. Las masas siguieron y fueron al Ayuntamiento, acusando de traidor al alcalde Jacques de Flesselles. Fue asesinado y su cabeza fue cortada y exhibida por las calles de  la ciudad.

Sin embargo, el modelo monárquico tan enraizado en la memoria colectiva de otros reinos lo que hizo fue adecuarse a las nuevas exigencias. Nace la Monarquía Constitucional que hoy día predomina en el norte de Europa, siendo la más fuerte institucionalmente, sin lugar a dudas, la de Inglaterra. Comenzó, como ya dijimos, en el siglo XVIII con la construcción de un modelo mixto de gobierno que hoy se conoce como Monarquía Parlamentaria.

El nuevo modelo comenzó a limitar el poder de los reyes a través de las constituciones.  Una de las pioneras en ese sentido fue la Constitución Española de 1812, en la cual se puede apreciar con una simple y somera lectura de sus capítulos y artículos que se introducen principios democráticos.

Pero es en el siglo XIX, una vez triunfa el liberalismo como marco ideológico de la nueva sociedad capitalista, cuando se le introducen a las diversas constituciones monárquicas principios modernos, tales como que el poder emana del pueblo y del rey. Ejemplos de esto puede verse en la Constitución de Bélgica promulgada en 1831 y las españolas de 1837, 1845 y 1876. 

Estas Leyes Fundamentales de estas sociedades constituyeron verdaderas piezas de equilibrio, pues intentan buscar el equilibrio ideal entre razón, modernidad y tradición. Había triunfado la revolución burguesa y la monarquía francesa fue destrozada y destituida.

 Mientras en Francia la revolución buscaba caminos legales y constitucionales para organizar el nuevo Estado, las monarquías inglesa, belga, española, danesa, noruega, sueca, entre otras, encontraron el camino ideal.

Preservaron el poder de la monarquía como garante de la sociedad, e interpusieron gobiernos civiles que lidiaran con los súbditos, ahora convertidos en comunidad política, como decía Locke, donde legisla el Parlamento y gobierna un ejecutivo electo por las grandes mayorías. Como escribe y describe magistralmente Manuel Aragón Reyes:

A partir de la segunda mitad del siglo XX algunos países, por ejemplo Suecia y Dinamarca, han preferido racionalizar en parte la situación constitucionalizando por escrito la monarquía parlamentaria en algunos aspectos. Otros, como Bélgica y Holanda…han preferido seguir con el modelo inglés de las mutaciones. Y otros, bien fuera de Europa, como Japón, o bien dentro de Europa como España, han optado por constitucionalizar «ex novo», de modo completo…quizás porque en estos países no se produjo la evolución pacífica europea de la monarquía constitucional a la monarquía parlamentaria, o porque esa evolución se vio truncada por haberse acomodado la monarquía no con la democracia, sino con el autoritarismo, o por haber desaparecido incluso durante años la propia monarquía…[i]

Algunos teóricos aseguran que hay dos tipos de monarquía constitucional: la débil y la fuerte. En la primera el rey tiene mayores poderes dentro del Ejecutivo, incluso le otorga poder para disolver el parlamento y hasta convocar elecciones. En la segunda sólo se le otorga al monarca capacidades ceremoniales y poder para participar en la toma de decisiones en circunstancias extremas o extraordinarias.

 Las monarquías constitucionales fuertes están situadas en la actualidad en Asia y en Medio Oriente, cuyos fundamentos políticos, ideológicos y culturales son muy opuestos a las casas reales europeas.  El absolutismo y el poder omnipresente del rey es incuestionable. El autoritarismo es el sello en esos reinos, la obediencia ciega e incuestionable su signo, aunque en los últimos años se han producido hechos alentadores en los que los pueblos subyugados han exigido apertura y mayores libertades. En el caso que nos ocupa, la monarquía europea, puede asegurarse que en aquellos lugares donde existen son, sin lugar a dudas, monarquías constitucionales débiles, de carácter eminentemente protocolar.

Uno de los temas de gran debate en la actualidad es la herencia del poder monárquico. La pregunta que se impone es: ¿basado en qué es ese carácter hereditario, si ya se cuestionó desde hace siglos que el poder no viene de Dios? Surge también otra pregunta: ¿Por qué la herencia si la llamada “sangre azul” está siendo combinada con “sangre roja”, entonces tienen derecho los hijos de plebeyos a heredar un privilegio que por historia no les corresponde? ¿No significa que la base fundamental de la herencia se pone en entredicho con esta incorporación a la realeza de gente del pueblo, de sus súbitos?

 Otro tema que está generando grandes cuestionamientos es la suntuosidad en los ceremoniales y el costo que deben pagar los súbditos, llamados ahora ciudadanos, para monarquías que tienen una función eminentemente simbólica. Este tema ha generado grandes debates, teniendo las diversas casas monárquicas, para evitar el ascenso de las críticas, que reducir sus gastos y hasta transparentarlos a nivel parlamentario.

 Dicen algunos, para bien de las monarquías europeas actuales, es que la división del Estado en asuntos protocolares y políticos ayuda enormemente a los gobernantes, pues pueden centrar su atención a gobernar y no a labores eminentemente ceremoniales.

El espacio ya se hizo corto, en la próxima entrega hablaremos de las crisis actuales en las monarquías europeas.

mu-kiensang@pucmm.edu.do

sangbemukien@gmail.com

@MuKienAdriana

ZOOM
Al Rey Oscar

Sire de ojos azules, gracias: por los laureles

de cien bravos vestidos de honor; por los claveles

de la tierra andaluza y la Alhambra del moro;

por la sangre solar de una raza de oro;

por la arrnadura antigua y el yelmo de la gesta;

por las lanzas que fueron una vasta floresta

de gloria y que pasaron Pirineos y Andes;

por Lepanto y Otumba; por el Perú, por Flandes;

por Isabel que cree, por Cristóbal que sueña

y Velázquez que pinta y Cortés que domeña;

por el país sagrado en que Herakles afianza

sus macizas columnas de fuerza y esperanza,

mientras Pan trae el ritmo con la egregia siringa

que no hay trueno que apague ni tempestad que extinga;  por el león simbólico y la Cruz, gracias, sire.

¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire,

mientras la onda cordial aliente un ensueño,

mientras haya una viva pasión, un noble empeño,

un buscado imposible, una imposible hazaña,

una América oculta que hallar, vivirá España!

¡Y pues tras la tormenta vienes de peregrino

real, a la morada que entristeció el destino,

la morada que viste luto su puerta abra

al púrpureo y ardiente vibrar de tu palabra:

y que sonría, oh rey Óscar, por un instante;

y tiemble en la flor áurea el más puro brillante

para quien sobre brillos de corona y de nombre,

con labios de monarca lanza un grito de hombre!

Rubén Darío (fragmento).

Publicaciones Relacionadas

Más leídas