La moral en la honestidad corrupta

La moral en la honestidad corrupta

Los dominicanos, desde hace años, estamos curados de espanto en cuanto al comportamiento de los humanos que se enganchaban al tren gubernamental, o incluso en el sector privado, ellos actúan con conceptualizaciones muy peculiares de lo que es la honestidad, y de lo que es una ética de la convivencia humana con decoro y civismo.

El pensamiento de las personas se transforma dramáticamente cuando llegan a un cargo público de importancia, o se convierten en ejecutivos de importantes empresas, donde se modifican muchos de los principios, que inculcados en el seno del hogar o de una buena escuela, para acomodar la conciencia a que apruebe acciones deshonestas.

Esas acciones, son acalladas por la conciencia que se amolda a las conveniencias para llevar a cabo actuaciones, donde lo más afectado es la moral y el buen nombre de quien antes se consideraba paradigma de la honestidad y de la responsabilidad. Los recursos públicos son desviados hacia ahorros, un gasto superfluo de lujo y disfrute sibarita de lo que proporciona un dinero ganado sin esfuerzo, arrancado al bienestar de la población.

Lo anterior es distinto si se realiza un trabajo arduo, en que la satisfacción del beneficio obtenido es parte del orgullo personal, que permite entonces gozar lo que se sembró con honestidad y apego a esa moral, que para muchos está obsoleta y mandada a guardar, permitiendo una curiosa corrupción disfrazada de honestidad acomodada.

Hemos visto muchos asaltos al erario público, a nombre de pagarle bien a los que llegan del sector privado o del público con elevados sueldos y regalías para mantener contentos a políticos y sus paniaguados que, sin ningún rubor, disfrutan de ingresos vergonzantes por su elevado monto, que chocan de frente a la realidad nacional y encabezan instituciones estatales, centralizadas o no, que no aportan ninguna riqueza al país.

Entonces, los funcionarios entusiasmados, por creerse que el Estado es rico y manirrota por la fuga de dinero hacia todos los sectores, consideran que pueden disponer, y sin temerle al repudio público, del dinero del erario que por más argumento que se utilicen para justificar tales acciones, dejan muy mal parados a los que se creían muy serios e incapaces de proceder con tanto descaro en beneficiarse agrediendo al erario, pese a que pretendan rectificar el desliz cometido.

Y la agresión va en contra de los gobiernos, éste, los anteriores y los que vendrán.

Estos no pueden mantener en buen estado las obras públicas, ni mucho menos garantizar buena salud y educación a los gobernados, donde hay una clase gremial y profesional, que viendo lo que llevan a cabo los más altos funcionarios al auto asignarse grandes ingresos, reclaman parte del pastel presupuestario que cada año es más voluminoso. De todas maneras es vergonzante lo que está ocurriendo en los últimos tiempos, de cómo los que eran lo más granado de la sociedad, de su  sector privado o lo poco de la política que sirve, se convierten en caníbales presupuestarios al verse con elevadas designaciones, para entonces desacreditarse y quedar manchados para toda la vida, cumpliéndose aquel refrán popular de que si quieres conocer a Mundito dale un mandito.

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