La moral exige aplicar sus reglas a nuestras propias conductas

La moral exige aplicar sus reglas a nuestras propias conductas

Teófilo Quico Tabar

Cada cierto tiempo es conveniente reiterar conceptos desde la concepción humanista de la política. Refrescar ideas que han sido y serán válidas a través del tiempo. Porque aunque algunos pudieran entender que las ideologías pertenecen al pasado o que las mismas no conducen a nada, la política sin una concepción moral, ética y prudente, normalmente conduce al fracaso.

Por eso es conveniente recordar que la política en particular, tiende al bien común de lo que se denomina el Cuerpo Social. Es decir, al conjunto de personas y organismos que componen el Estado Nación. Ese bien común es y debe ser principalmente un bien moral; y por ello es incompatible con cualquier medio intrínsecamente malo que se utilice.

Todo lo que hay en nosotros de humano nos indica que la política, por grande que de hecho sea en ella la parte de arte y de técnica, debe ser moral. En consecuencia, resultará siempre una iniquidad y una perfidia realizar un acto injusto aún bajo el pretexto de que se hace en función del interés del Estado. Porque la primera condición de una buena política es que sea justa, ética y moral.

Para algunos, lamentablemente las cosas buenas que en su esencia conlleva la política, se les hacen difíciles de manejar. Ello así, porque les resulta muy difícil de manejar la moral. Por incapacidad de comprender que con sus acciones podían o pueden causar grandes males. Cuando en vez de obrar como consubstancial al movimiento vital de realización de los fines de la vida humana, obran imponiendo reglas que están fuera de las buenas conductas.

Por no percatarse de que se podían y se pueden causar grandes males en la vida de los pueblos, si en vez de obrar como consubstancial a la política humanista, se dedican a obrar, actuar o permitir que se realicen acciones carentes de moral.

Si los hombres con frecuencia hacen mal uso de la moral es también porque no tienen muy en cuenta otra gran verdad moral, que representa una verdad de primer orden, en el sentido de que la moral exige que apliquemos sus reglas a nuestras propias conductas. Fundamentalmente comenzando por casa. Porque es el espejo a través del cual se reflejan las conductas hacia los demás.

Los principios de la moral no son ni teoremas ni ídolos, sino reglas supremas de una actividad concreta. Dirigida a una obra que ha de realizarse mediante las reglas de la virtud de la prudencia. Aplicando preceptos éticos. No pretendiendo devorar la vida humana, sino que su misión es construirla.

Construirla mediante las normas o virtudes de la moral y la prudencia. Reglas a respetar de manera permanente. Evitando que el poder obnubile. Que las pasiones se impongan. Porque si bien para algunos la política no se ocupa de los entes abstractos, los malos pensamientos que subyacen en la acción política pueden colocarse por encima de las buenas. Siempre que se olviden las normas de la moral, la ética y la prudencia. Claro, desde una óptica humanista, cristiana y democrática.

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