La muerte

La muerte

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Fue a Casandra, la Soberana, de cuya voz fuerte, llena, melodiosa y ajustada, a quien escuché cantar:
Ya mataron a Mandé
“Dio mío tu no ere juto
Como puede que mataran
Como puede que mataran
Un hombre de tanto guto”

Siendo tan curioso, nunca le pregunté si se trataba de una composición de ella o si, por el contrario, era un aire sureño sereno, profundo, contestatario, dolido, angustioso.

Lo cierto es que “la muerte es una madre nuestra antigua” al decir del Premio Nóbel español Juan Ramón Jiménez.

El tiempo lo mitiga pero no lo borra.

Hubo un tiempo en que los jóvenes entendíamos que debíamos luchar por la libertad, la independencia, la autodeterminación de los pueblos, el respeto a la soberanía nacional, la democracia, el respeto al derecho ajeno y el cumplimiento de deberes y derechos por parte de gobernantes y gobernados.

Entonces conocimos la vida, aprendimos a construir la Patria a fuerza de sacrificios, cárcel, exilio, persecuciones, heroísmo, audacia, constancia y ejecución de los planes con seriedad y vergüenza.

En ese tiempo, conocí a Rafael Mejía Lluberes (Baby). ¿En dónde? En la calles de Santo Domingo, cuando se libraban las luchas contra los restos de la tiranía de Trujillo, en los días de reclamos permanentes por Libertad, Democracia, Respeto a los derechos populares.

También conocí e hice amigos para siempre, entre gente dispuesta a jugársela por los derechos de todos, por la búsqueda del bienestar colectivo, por el ejercicio del derecho a la felicidad.

El 14 de junio de 1959 se estremeció el pueblo dominicano con la noticia del desembarco de los valientes cuyo sacrificio fue el principio del fin del largo y oprobioso régimen de Trujillo y sus secuaces. Su ejemplo fue seguido por jóvenes que como Baby Mejía participaron en todas las jornadas de lucha del pueblo hasta el inicio de la destrujillización que comenzó el presidente don Antonio Guzmán Fernández y que debe continuar.

Con su audacia, valor y  sonrisa bonachona Baby estuvo en la primera línea del valor, sin tiempo libre, sin vacilaciones, sin pasar factura.

No fue el único joven que asumió con decisión las responsabilidades que le tocaron. Fuimos miles quienes de un modo u otro contribuimos al establecimiento de las bases para la democracia nacional, en las calles, en las aulas, en el campo, en la guerra y en la lucha política en tiempos de paz.

Otros se fueron antes, otros nos iremos después.

Las fuerzas de siempre están ahí, intactas. Los problemas continúan. Las fuerzas democráticas no hallan un camino claro, definitivo, inteligente, viable, unitario, para lograr los objetivos contenidos en declaraciones de principios cuyos propósitos están vigentes e insatisfechos.

Baby Mejía se fue. Se fue este 14 de junio. Sin quererlo, pero lo hubiera preferido.

La muerte llegó y se lo llevó.

Ni él, ni la generación que construyó la base de la democracia dominicana debe ser olvidada. Ni él ni la lucha de entonces, que es una lucha de siempre por el bienestar de los más, inmisericordemente pisoteados, vilipendiados, engañados y explotados por los menos.

Loor a la memoria del patriota y combatiente de Abril, Rafael (Baby) Mejía Lluberes y en él a los miles y  miles de dominicanos responsables de esta democracia que hoy disfrutan muchos que nada hicieron para que fuera posible y por ello no la entienden, la desperdician y se burlan de ella.

Que no olviden que “tanto va el cántaro al agua, hasta que se rompe”.

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