La muerte de Absalón

La muerte de Absalón

Fue Ahitófel quien trazó la estrategia. Absalón era favorito entre los israelitas y Ahitófel tenía seguridad de que el levantamiento triunfaría. David, el padre de Absalón, sin embargo, era hombre todavía decidido y vigoroso en su ancianidad. Ahitófel confiaba en la popularidad de Absalón y en el ascendiente que tenía sobre las tropas. De manera que, atrevido, incitó a Absalón y propuso la guerra sin cuartel contra David. El objetivo, le dijo, era el rey. Tan pronto lo matasen tendría lugar un proceso político para reagrupar a las gentes.

Desdibujado de tal modo el plan, la conspiración era perfecta y la conjura agrupaba tal número de políticos y soldados, que el éxito se daba por descontado. Consumado el magnicidio, Ahitófel estaba confiado en superar un primer instante de confusión para reencaminar el reinado de Israel. Absalón consultó su consejo de asesores respecto de la propuesta de Ahitófel. Todos la secundaron. El profeta Samuel, que relata estos trágicos eventos, refiere que Absalón quiso todavía una última opinión.

Después de todo, no se hablaba únicamente de deponer al rey, sino de matarlo. Pero el rey no era un monarca cualquiera, sino su padre. De manera que, contra lo que hizo ahora Benjamín Netanyahu, Absalón deseaba puntos de vista adicionales. Netanyahu, para disponer el ataque a la flotilla humanitaria que había partido de Turquía, se confió a un pequeño grupo. Absalón quería puntos de vista de personas ajenas al grupo de consejeros que lo rodeaba.

-¡Llamen a Husai el arquita!, ordenó, a sabiendas de que éste era amigo de su padre.

¿No debió llamar Netanyahu a quienes, en el decurso de la historia cumplen el papel de Husai? ¿Tal vez a la Secretaria de Estado de Estados Unidos de Norteamérica, Hillary Clinton, cercana emocionalmente a Isarel y astuta mujer de Estado? ¿No debió llamar Netanyahu al gobierno turco, un hasta ese día aliado táctico de Israel en la agitada región? No llamó ni siquiera a los ministros de su gabinete cuya opinión prejuzgó contradictoria. Prefirió consultar únicamente seis de los integrantes del gobierno, los cuales acogieron la impolítica determinación que, cumplida, suscita cuestionamientos mundiales contra Israel.

Husai no fue escuchado en ése cónclave. Sus puntos de vista lo mismo que detalles del complot, en cambio, se transmitieron a David. Alertado el rey, tomó precauciones y salvó la vida, a sus gentes y al reino que poco después habría de legar a Salomón. Y aunque esta historia corresponde a una guerra intestina, los israelitas de hoy debían estudiarla siempre. De los puntos de vista expuestos por unos y otros alrededor de Absalón se deducen provechosas enseñanzas. Libradas las confrontaciones, Absalón quedó colgado de las ramas de unos árboles. Avisado del trance por el que cruzaba el príncipe, hasta él acudió Joab, de los capitanes de David, quien lo mató, contrariando el pedido del padre.

Entronizado Salomón, ordenó la muerte de Joab, no porque matase a su hermanastro levantado contra su padre, sino bajo otras inculpaciones homicidas. Ahitófel por su parte, autor de la magnífica y frustrada estrategia, se suicidó.

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