Orlando gestionaba reunirse con el jefe de la Policía cuando fue asesinado
Ramón Reyes estaba de viaje, invitado por el Departamento de Estado de Estados Unidos, y me correspondía sustituirlo en la Jefatura de Redacción de El Nacional.
Orlando Martínez Howley era director de la revista Ahora y uno de los columnistas más prestigiosos de El Nacional. La oficina de la revista estaba en el mismo piso que la del periódico.
Desde semanas atrás las relaciones entre Orlando y yo se habían enfriado porque él había iniciado una serie de artículos contra el profesor Juan Bosch, de quien yo era secretario; apenas nos saludábamos pues él tenía que pasar frente a mi escritorio para ir a su oficina.
Aquella mañana Orlando se acerca y me pregunta si el periodista Luis Encarnación Pimentel había llamado desde el Palacio de la Policía pues cubría la fuente, temporalmente, en vez de Juan Francisco de la Cruz.
Cuando se acercó por segunda vez vi en su rostro preocupación y le pregunté ¿Qué te pasa, porqué esa insistencia, si se puede saber?
Me contestó que esperaba la respuesta del jefe de la Policía, general Rafael Guillermo Guzmán Acosta, a quien había pedido una audiencia por intermedio de Encarnación.
Insistí y le pregunté: ¿de qué se trata?
Es, me dijo, que me están amenazando y pienso que esta vez es en serio.
Pues ve donde el secretario de las Fuerzas Armadas, vicealmirante Ramón Emilio Jiménez, pues el jefe de las Fuerzas Armadas y la Policía es el secretario.
Ya lo visité, comentó.
¿Y qué te dijo?
Que fuera donde el Jefe de la Policía.
Si te recomendó eso fue para quitarse el asunto de encima, porque no tiene fuerza para impedir esa trama. Vete inmediatamente donde el profesor Molina (Rafael Molina Morillo, dueño de El Nacional y la Revista Ahora), pídele unas vacaciones, con o sin sueldo, por dos o tres meses y gestiona con tus camaradas el (Partido Comunista Dominicano) que te envíen de nuevo a un país socialista donde estés lejos de las garras del terrorismo local.
Eso no será necesario, respondió. Vamos a esperar qué dice el general Guzmán Acosta. Por supuesto que el general Guzmán Acosta no recibió a Orlando. Él tampoco podía impedir que se ejecutara la decisión de sacar de circulación, secuestrar o eliminar a Orlando.
Pasaron los días. Una vez le pregunté a Orlando si había hablado con el profesor Molina Morillo y me dijo que no lo había hecho. Insistí. Fue inútil.
Estaba dando clases en el Instituto Dominicano de Periodismo en el momento en que entró el doctor Salvador Pittaluga Nivar, propietario y director de la institución, saludó y de inmediato anunció: están suspendidas las clases hasta nuevo aviso. Acaban de herir de muerte al periodista Orlando Martínez.
Esa noche se propuso hacer una edición extra de El Nacional a lo que me opuse por lo avanzada de la hora, 9:30 a 10:00 de la noche, terminaríamos de imprimir a las 12:00 de la medianoche; a esa hora muy poca gente estaría despierta.
Era un esfuerzo fallido. Sugerí, y fue aceptado por el profesor Molina, que convocáramos al personal imprescindible para las 5:00 de la mañana e iniciáramos el trabajo para una edición extra que circulara entre 9:30 y 10:00 de la mañana. Así se hizo.
El Gobierno acusó al profesor Bosch de participar o dirigir una conspiración para eliminar a Orlando por la publicación de los artículos en su contra.
Nada más lejos de la verdad. Esa acusación formaba parte de la jugada de distracción, para ocultar la trama, proveniente del Gobierno, o de sectores que entendían que beneficiaban al Gobierno, con la eliminación de la pluma y el pensamiento de Orlando Martínez.
Como parte de la desinformación fueron detenidos Rafael Cheché Luna y Diómedes Mercedes, dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana, quienes fueron liberados días después sin cargos.
Aquella mañana, cuando voy a salir de casa hacia el trabajo mi vehículo no estaba en la marquesina de la casa, espacio situado a unos dos metros del nivel de la calle. Acudí a la Policía y un cabo o sargento del Departamento de Vehículos robados o perdidos, me dijo: hay un vehículo con esas características en un barrio al oeste de la Feria (Centro de los Héroes), ahí estaba mi vehículo sin un rallón, sin ningún daño. Era parte de la trama contra Bosch.
Pocos días después mataron a Edmundo Martínez, hermano de Orlando, quien vivía en los alrededores de donde fue hallado mi vehículo. ¡Vaya con la coincidencia!