La mujer

<P>La mujer</P>

JOSÉ LOIS MALKUN
En estos días de paz navideña, quiero referirme al ámbito laboral de la mujer y mi experiencia personal al respecto.

Cuando entré a trabajar en el INVI, creado a raíz de la muerte de Trujillo, tenía 16 años. De eso hace 44 años. Era archivista de planos.

En ese entonces los profesionales y técnicos eran 99% hombres. Para la mujer se reservaban los cargos de secretaria y limpieza de oficina. Era la época en que el Instituto Gregg se consideraba como una universidad para la mujer y desde que se graduaban conseguían su empleo de secretaria. Dejé de asistir al trabajo cuando comenzó la revolución de abril y me reintegré ocho meses después con el cargo de director de una sección.

Fue cuando tuve mi primera secretaria. El jefe del departamento, o sea mi jefe, era Caonabo Javier Castillo, que en paz descanse. Discutíamos todos los días porque yo era marxista y él, un alto dirigente socialcristiano. O sea, ambos éramos idealistas.

A diferencia de lo que prevalecía en muchas instituciones públicas, en nuestro caso había respeto y consideración para todos los empleados, sin importar su sexo. Sin embargo, es innegable que el acoso sexual se manifestaba en formas muy variadas y sin mucha resistencia en casi todo el Gobierno.

Algunos jefes de estas oficinas públicas, mostraban su poder si lograban levantarse a su secretaria. Al lograrlo y para que nadie lo dudara, invitaban a sus colegas a la fiesta del viernes en la noche en el Típico Quisqueyano de la Feria. Ahí, se levantaban a bailar con su secretaria y con un queme violento, al ritmo de Camboy Estévez y Ramón Gallardo,e convencían a todo el mundo.

A principios de los años 70 y trabajando en la Secretaría de Agricultura, las cosas comenzaron a cambiar. Recuerdo las secretarias que teníamos en la Subsecretaría de Planificación. Yo las llamaba asistentes administrativo porque resolvían los problemas con prontitud y eficiencia y hasta te aconsejaban sobre cosas que debías o no debías hacer.

El concepto de belleza pasó a un segundo plano y la capacidad y preparación de la mujer se imponía. Comenzaron a aparecer muchas mujeres profesionales, algunas con post grado y otras en áreas de la ciencia reservadas a los hombres, como es el caso de los agrónomos. Igualmente, ya se veían mujeres asumiendo posiciones de importancia en bancos y empresas industriales.

El acoso sexual en el trabajo fue lentamente cediéndole espacio al respeto y la admiración y con frecuencia era la mujer quien decidía si quería salir con su jefe o no, sabiendo que corría el riesgo de un escándalo, a diferencia de lo que ocurría antes. Tuve que resolver algunas crisis de este tipo.

En ese tiempo también, el doctor Balaguer, con su fina percepción de la cultura criolla, nombró solo mujeres para el cargo de gobernadora en todas las provincias del país.

Cuando impartía docencia en la UASD en 1975, me di cuenta que ya la mujer estaba buscando su propio espacio. A diferencia de cuando estudié en la misma universidad entre 1965 y 1971, donde había unas seis mujeres de unos 40 alumnos (15%), los estudiantes de mi clase, siete años después, eran 35% mujeres. Hoy debe estar en 60-50 a favor de la mujer.

Corría el año 1976 y a medida que ocupaba puestos más altos, como director de Planificación y subsecretario de Estado de Producción en la SEA, comencé a reclutar mujeres para cargos técnicos y ejecutivos. Por los resultados puedo decir que fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Desde ese entonces no he vacilado en darle preferencia a una mujer sobre un hombre con similar formación, cuando se trata de ocupar una posición determinada. Lo hice también en el exterior donde conocí mujeres profesionales excepcionalmente capaces.

La mujer, desde mi óptica y mi experiencia, ha mostrado siempre más compromiso con su trabajo, más convicción, más deseos de superación, más eficiencia y más honestidad.

Algunos piensan que esos valores son parte de la lucha de la mujer por encontrar su espacio en una sociedad machista. Es posible. Pero ese análisis se lo dejo a los sociólogos.

Hoy, si bien vemos mujeres vicepresidente, al frente de Secretarías de Estado, dirigiendo organizaciones empresariales, ocupando altos puestos en muchas empresas y descollando en el deporte, el arte y la cultura, se percibe todavía una marcada tendencia discriminatoria en el ámbito laboral para no mencionar otros ámbitos.

Quizás sea porque la mujer se respeta ella misma mucho más que el hombre cuando se trata de vender su conciencia, tumbar polvo y hablar disparates. Porque estas tres cualidades se han convertido en este país en una plataforma muy lucrativa para ciertos ejemplares del sexo masculino.

La verdad es que si puedo vanagloriarme de algún éxito en mi vida laboral se lo debo en cierta medida al trabajo de algunas mujeres excepcionales que me acompañaron en momentos difíciles. Esto incluye, por supuesto, a mi esposa Dulce, con la que tengo 36 años de casado. Ella también ha tenido éxito profesional y laboral, por lo que muchas personas me conocen como el «esposo de doña Dulce».

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