La mujer artista dominicana a través de una perspectiva

La mujer artista dominicana  a través de una perspectiva

“Arte femenino”. Anualmente, el Día Internacional de la Mujer, 8 de marzo, hace reflexionar. Es fecha propicia para comentar la situación de la mujer artista dominicana

Cuando pensamos en la mujer artista dominicana, recordamos conmovedores versos de Aida Cartagena Portalatín: Una mujer está sola. Siente, y su verdad se ahoga/ en pensamientos que traducen lo hermoso de la rosa/ de la estrella, del amor, del hombre y de Dios.

Aida Cartagena no fue una mujer artista en el sentido de que no pintaba o esculpía, pero, apasionada de arte y gran coleccionista, esta insigne escritora -artista de la palabra sí-, escribió frases que, en su época, antes y aun después, pueden expresar la mujer artista dominicana.

En la República Dominicana las mujeres artistas representaban una ínfima minoría en relación con sus pares masculinos. Prejuicios de inseguridad, de vida bohemia y libertad en la conducta explicaban esa inferioridad, fruto del bloqueo familiar a aptitudes e inclinaciones de las hembras, entonces arrinconadas en la pintura aficionada de flores, retratos y paisajes.

En aproximadamente ocho décadas, la situación dominicana ha cambiado, y, como para ciertos aspectos de la condición femenina –aunque no todos-, la evolución ha sido bastante rápida: la dedicación profesional a las artes visuales ha pasado de la excepción a un casi equilibrio, cuantitativo y cualitativo, entre los sexos. Hay una producción fuerte de las creadoras en neto aumento para las últimas generaciones: “la” artista derrumba barreras, estudiando, investigando, experimentando.

Arte femenino y arte de la mujer. La producción de nuestras artistas, mucho más que una manifestación de feminismo, es la oportunidad de situar a la mujer como parte fundamental en las artes visuales y su proyección. Cuando se habla de un “arte femenino” hoy, ya no se trata de bonitura, complacencia, sentimentalismo y superficialidad.

El arte femenino es el que una mujer hace y se refiere a temas compartidos por autores de ambos sexos, y además a una reflexión abierta sobre la condición de la mujer y sus problemas intrínsecos: ese lenguaje aspira a provocar reacciones en el espectador.

Que sean dominicanas viviendo en el país o residentes en el exterior, prácticamente en todas se funden las raíces locales con una preocupación por la identidad y también las corrientes internacionales, aunque sin estridencias y con un apego a la belleza y a la armonía, que define la plástica dominicana desde sus orígenes. Cada vez más, las obras han ido demostrando originalidad, reflexión y compromiso.

Ahora bien, hay una diferencia entre el compromiso de ayer y el de hoy. Antes, sin que quisiéramos dar fechas pero señalando las primeras promociones de la Escuela de Bellas Artes, el asunto era demostrar valientemente que, en las diferentes categorías –la palabra “género” puede confundir cuando se habla de la mujer y preferimos la de “categoría”- podían igualar a los artistas hombres y tratar los mismos temas con la misma energía, técnica y modernidad.

Etapa superada y avance. Se ha superado hoy ese período fundamental, y las artistas profesionales, para imponerse. No tienen que probar oficio, conceptualización, avance estilístico.

Si el arte femenino se revela como globalmente más militante –agresivo o defensivo-, ello se entiende porque suele relacionarse más con la vida, dar la vida y aun preservar la vida, si pensamos en la violencia contra la mujer en nuestro país, culminando en el atroz “feminicidio”. A partir de tanto potencial, las energías, la convicción, hasta la pasión, forjan una iconografía concluyente.

En un contexto general, cual sea el medio de expresión, observamos que, a diferencia de numerosas mujeres artistas en el exterior -Caribe incluido-, las dominicanas aluden discretamente en sus obras a la sexualidad y suelen ignorar las imágenes eróticas provocativas -¡aunque hay, como en todo, sus “atrevidas” excepciones!- Optan más por referirse al avasallamiento y al aislamiento resultante, sobresaliendo inquietudes sicológicas y sociales.

Cabe señalar que las mujeres artistas dominicanas, curiosas por naturaleza, son polifacéticas en sus medios de expresión, acorde con la generación a la cual pertenecen.
Descollaron en pintura, dibujo y grabado, mientras la escultura, salvo excepciones, ha sido más una categoría masculina.


En los “nuevos medios”, admitidos como artes plásticas y visuales, ya no encontramos esta diferenciación según el sexo. Las artistas contemporáneas se distinguen en cualquiera de ellos: instalación, fotografía, video, performance.

Otra característica importante reside en la formación: prácticamente ninguna artista es autodidacta ni se ha improvisado. Resulta impresionante comprobar sus niveles de estudios y su grado de cultura, cuando no de especialidades, en las recientes generaciones.
Generaciones y artistas estelares. Dentro de los factores generales de cambio, no debemos olvidar a las artistas precursoras y las grandes consagradas.

El ejemplo de esas sobresalientes maestras ciertamente ha contribuido a multiplicar las vocaciones artísticas entre las artistas confirmadas y emergentes, cada vez más numerosas, definidas y liberadas en término de género.

Las artistas dominicanas han llevado a sus obras, la política, la historia, la actualidad, demostrando una aguda visión sociológica, tratando la realidad como la ficción, y explorando el poder de la imagen.

En determinados casos, sus obras han rebasado las fronteras nacionales, originales y polifacéticas en lenguajes, audaces y valientes según creaciones desenvueltas y versátiles.

Nuestro texto, siendo un planteamiento global, nos limitaremos a citar nombres de particular significación histórica, que representan estelarmente un arte moderno en constante evolución. Celeste Woss y Gil fue la artista primordial que inició la apertura, rompiendo esquemas con sus desnudos vigorosos y mulatos. Soucy de Pellerano, la gran introductora del arte contemporáneo, y todavía en plena fuerza creadora está la incomparable Ada Balcácer.

No solamente se trata de una enérgica y generosa creatividad personal, sino una labor militante de renovación temática y formal. Muy cerca en importancia y ciertamente personalidades inconfundibles, situaríamos a Clara Ledesma y Marianela Jiménez, pintoras-pintoras”.

En la generación siguiente, las consagradas Elsa Núñez y Rosa Tavárez impusieron el expresionismo y la abstracción. De la academia a la obra, cada una es fuente de enseñanza, ejemplo e incentivo, además aclamada, proclamada y reclamada por el medio cultural dominicano.


Las épocas se suceden, y las artistas, desde el 1980, han aumentado tanto que una lista, necesariamente extensa, estaría fuera de lugar y de atención. La joven creación femenina invita a un (re)descubrimiento permanente de las artes visuales nacionales… Evocaremos a una sola, de obra plural y militante para mejorar la condición femenina, con infinita tristeza por su partida reciente e imprevisible: Belkis Ramírez.

Ahora bien, no se puede negar que la mujer artista dominicana todavía siente la necesidad de demostrar la amplitud y profundidad de su talento, en muestras que se le dedican exclusivamente.

A título de ejemplo, mencionaremos que hubo, en 2009, en Santo Domingo, una colectiva de mujeres artistas visuales- exclusivamente- que incluía a más de 40 expositoras… y allí ya estaban fotógrafas, “performancistas” e instaladoras.
La iniciativa de tales exposiciones sigue vigente en nuestro país. El 8 de marzo, abre en la Casa de la Cultura de Puerto Plata, la cuarta colectiva multidisciplinaria, “Mujer, Arte y Magia”, organizada por la Fundación Mujeres Puro Arte.

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