La Mujer Maravilla

La Mujer Maravilla

“Con frecuencia, las personas pretenden vivir sus vidas al revés: intentan poseer más cosas o más dinero para tener más posibilidades de hacer lo que quieren y de esta forma ser más felices. En realidad, el proceso es a la inversa. En primer lugar hay que ser uno mismo, luego hacer lo necesario para poseer lo que se desea…” MARGARET YOUNG

“Lo que deseaba era escribir un libro que me mostrara cómo reconciliar mis más hondos anhelos espirituales, auténticos y creativos, y mis, a menudo, contradictorias y abrumadoras obligaciones con mi marido e hija, mi madre inválida, el trabajo en casa, el trabajo en el mundo, mis hermanos, mis amigos y mi comunidad. Sabía que no era la única mujer que vivía en el trajín de la vida real en cuerpo pero no en alma. Sabía que no era la única mujer agotada, deprimida, confundida. Pero también tenía la certeza de que yo no era, ni por asomo, la mujer poseedora de las respuestas. Ni siquiera sabía cuáles eran las preguntas.” SARAN BAN BREATNACH.

Tal vez se quedó en mi subconsciente la imagen de la heroína de mi infancia, la mujer Maravilla, y pensé que yo también poseía algunos de esos poderes sobrenaturales. Recuerdo cómo me maravillaba con las historietas de los superhéroes, especialmente Batman, Superman y la Mujer Maravilla. Me fascinaba ver cómo estos seres dotados de poderes extraordinarios podían combatir a los malos, y en una lucha sin grandes esfuerzos estridencias podían triunfar. Los malos iban a las cárceles. Una lucha ganada. Tiempo hábil para la próxima batalla. Quizás esté hoy solo buscando explicaciones absurdas a las conductas y problemas que he tenido que enfrentar como mujer adulta / madura que soy hoy.

Hace poco, muy poco tiempo, la vida me hizo una gran jugada. Absorta por días llenos de actividades, no me di cuenta que mi cuerpo reclamaba descanso. Ante los fallos que presentaban mis signos vitales, respondía con el estricto cumplimiento de los medicamentos que los médicos me recetaban ante mis visitas en demanda de salud. Una pastilla, otra más y de nuevo al ruedo de la vida. Ese ritmo lo soporté por un largo tiempo, y mi cuerpo se fue resintiendo, hasta que no pudo más y reclamó con gritos y agresividad atención, mucha atención.

Estuve hospitalizada por casi una semana. Sometida por la fuerza, me pusieron un tratamiento directo a las venas, para evitar males mayores. Estuve inmóvil y en silencio. Así, sin poder moverme, se me crearon las condiciones para encontrar un poco de paz y pensar en mi vida. Cuando salí de la clínica tuve que estar en reposo por más de quince días. Atrapada en mi casa, no me quedó más remedio que organizar mis días de asueto descanso obligado. Resignada, decidí entonces pensar que la vida me había regalado esa oportunidad para hacer un alto en mis múltiples actividades, pensar en mis días y meditar, meditar y meditar… para sacar algunas conclusiones.

Pensaba que sólo debía disponer de la voluntad para desarrollar mis acciones, pero me equivoqué. La voluntad, el deseo, la determinación de hacer cosas constituye un elemento importante para que podamos hacer realidad muchos sueños. Soñé por ejemplo en convertirme en historiadora, y lo hice. Tuve que romper barreras y creencias, demostrar como fuera que podía hacerlo. Desde niña quise ser maestra, y lo he sido por más de 30 años. En las aulas he disfrutado mucho la experiencia. He aprendido con esos jóvenes que buscan la verdad y el sentido de sus vidas. Me sentía y me siento, plena de satisfacción cuando los escucho opinando, expresando sus ideas con la típica prepotencia juvenil. Quise también ser columnista de un medio de comunicación importante. Me preguntaba si yo podría ser capaz de escribir una columna semanal. Luché para lograrlo. Hace 10 años expreso mis opiniones, a través de medios como este; y por tres años utilicé la magia de la televisión para analizar la realidad. Consciente del papel que debe jugar cada ser humano en la sociedad. Consciente también de que debíamos asumir un compromiso activo en la transformación de la realidad que heredamos, me inscribí en los grupos sociales que pude, intentando participar lo más activamente posible. Como debía además percibir ingresos para poder mantenerme, desde joven he vendido mi fuerza de trabajo intelectual en diferentes instituciones. He pasado la mayor parte de mi vida adulta en el mundo universitario ofertando mis servicios como funcionaria académica. También quise ser mujer. Crítica como he sido, de las feministas que maltratan a garrotazos la feminidad, decidí ser una mujer que explota sus bondades físicas y trata de ayudar a ocultar sus defectos, ayudada con los productos comerciales que se ofertan en el mercado. Amante como soy de la familia, busqué espacios de donde no tenía para tratar de estar con los míos. El ejército de hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas, sobrinos y sobrinas han formado parte del universo familiar de forma activa. Mujer amante del amor, decidí formar familia. Lectora voraz como intento serlo, buscaba espacios para leer las últimas producciones históricas y las novedades literarias. Habiendo descubierto muy tarde las bondades de la filosofía taoísta, comencé a leer sobre este tema, e intentando, sin mucho éxito, de incorporarla a mi vida.

Y así, levantándome de madrugada para leer los periódicos y llegar al canal, trabajando durante todo el día en la universidad, ofreciendo mis cursos de Pensamiento Dominicano dos tardes a la semana, participando en reuniones almuerzos de los grupos sociales que formaba parte, saliendo al atardecer de mis obligaciones laborales para entonces cumplir con mi rol social de mujer esposa. Al atardecer hacía el supermercado, llevaba las ropas a la lavandería, iba rápidamente al salón de belleza para recuperar el aspecto, llegaba de noche a la casa. Durante la cena compartía un poco con los míos, hacía algunas llamadas a los amigos y familiares para ponerme al día, para luego, antes de irme a la cama, leer un poco, o revisar alguna conferencia que tenía que presentar.

Y así, en ese ritmo agotador pasaron los años. Dos o tres veces al año, el cuerpo me sacudía. Un resfriado fuerte me obligaba a permanecer una semana en la cama. Una visita médica, un tratamiento eficaz que cumplía con celo. Para luego volver al mismo ritmo voraz y a la rutina.

Varios años sumergida en esa vorágine de vida, sometí a mi cuerpo a un estado de tensión y actividades que hoy me ha cobrado con intereses. Agotado, cansado de vivir en permanente actividad, decidió un día decir ¡Basta!. He tenido la suerte de que fue un gran susto, más que una enfermedad terminal. Pero su sacudida fue tan fuerte que me obligó a pensar y replantearme muchas cosas.

Los días de encierro se me hicieron cortos. La soledad me permitió un reencuentro conmigo misma. Me descubrí humana y vulnerable. Pero sobre esto volveremos en la próxima semana.

En la cadena de acontecimientos de mi vida, nada ha sido accidental. Todo tuvo lugar de acuerdo con una necesidad interior.” Hannah Senesh

Publicaciones Relacionadas

Más leídas