La mujer y la guerra

La mujer y la guerra

A nadie se le ocurre escribir o decir: “zapateros en Abril” por ello no entiendo por qué Mujeres en Abril.

Se trataba de la época de la segregación de género, era el tiempo en que aún se consideraba que la mujer era “otra cosa”, como si no fueran las mujeres quienes llevaban las cargas más difíciles y pesadas: preñez, partos, educación de los niños, soporte espiritual y material de los maridos, pilar donde descansaba la unidad familiar y el espíritu de progreso.

Como nieto, hijo, sobrino y esposo de grandes mujeres, para mí nunca hubo eso de esta es mujer y yo soy hombre, como si el género fuera un valladar insalvable que nos separaba de manera imposible.

La sociedad de entonces no entendía que a la hora del trabajo, de los estudios, de la participación, mujer y hombre son igualmente importantes, médica o médico, ingeniero o ingeniera, maestra o maestro, música o músico, lo importante siempre fue la calidad del trabajo desarrollado por cada quien.

Fueron las grandes guerras, las llamadas guerras mundiales, las que permitieron el desarrollo pleno y la incorporación de la mujer a las tareas que la sociedad había arrinconado a un segundo plano en una actitud arbitraria y excluyente.

Los hombres se fueron a la guerra, a pelear, a luchar y quedaron las mujeres con una carga doble: realizar sus tareas habituales que eran muchas y pesadas y, además, sustituir a los hombres en cualquier terreno donde faltara la mano de obra, el talento, el ingenio, la ejecución de planes que produjeran lo necesario para ganar la guerra.

Los hombres estaban en el frente de batalla y tenían las espaldas cubiertas por el tesón, el talento, la disposición, la ingeniosidad, la delicadeza y la claridad en los propósitos: asistir a sus maridos, cubrirlos, trabajar para que regresaran pronto, sanos y salvos.

Ninguna tarea fue difícil ni fatigosa. Las mujeres asumieron todos los trabajos para los cuales no había manos que contribuyeran a mantener el ritmo de la vida, pero además, mantener la producción para que el esfuerzo de guerra estuviera respaldado por los elementos imprescindibles para lograr la victoria, puesto que nadie va a la guerra a perder.

La guerra y la mujer están íntimamente relacionadas. El hombre actuaba como soldado, como guerrero, pero es imposible ser soldado, ser guerrero, si no se tiene la retaguardia cubierta y la parte más importantes es la que cubre la mujer.

En Abril de 1965 la mujer jugó, como siempre, un papel estelar que desempeñaron damas como Josefa de Marchena, Piedad Cruz Salcedo, Yocasta Prandy, Ana Ramona (Virgen) Valerio, Zaida Ginebra de Lovatón, Gladys Borrell, Clara Francés, Mary Alvarado y otras. En Abril la mujer estuvo en el frente y en la retaguardia, siempre presente.

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