He tenido la oportunidad de haber vivido por períodos diferentes en dos ciudades de Europa, y en ambas ocasiones, tuve que presentarme a la alcaldía para diversos trámites cotidianos, desde el deber de empadronarme, hasta para solicitar ingreso de mi hijo a la guardería e información de la escuela, en fin, quizás en mi país no he tenido que presentarme a las oficinas de la alcaldía del Distrito Nacional porque no existen trámites de uso ciudadano, fuera de los permisos sobre temas muy específicos; sin embargo, atribuyo que esa falta de vinculación constante y directa con el ayuntamiento crea cierto nivel de incomprensión sobre la importancia y el papel que juega la municipalidad en nuestras vidas.
Las personas que habitan en zonas más vulnerables de la Capital, quizás tengan mejores experiencias de cercanía con el ayuntamiento porque han pertenecido a grupos de personas impactadas por alguno de los programas sociales o culturales que se hayan implementado en algún momento desde dicha institución.
Sin embargo, los capitaleños y capitaleñas tenemos la obligación de darle la verdadera y merecida importancia a la Alcaldía de la Capital, ya que en las provincias, hay mayor correlación entre las demarcaciones y los gobiernos municipales. Nuestra ciudad, es el epicentro de las inversiones públicas y privadas, además, del crecimiento y desarrollo vertical que se ha experimentado de manera estrepitosa en los últimos 10 años. Estamos hablando, que en el Distrito Nacional los espacios para viviendas son cada vez más escasos y las nuevas ofertas inmobiliarias más caras, y al mismo tiempo, nuestros bomberos no cuentan con el equipamiento para alcanzar edificaciones altas ni mitigar desastres.
Hemos convertido esta Capital, gracias a descuidos y falta de visión e investigación, en un lugar colapsado de tapones, cuya experiencia de caminar es amarga, excluyente e insegura. Ejercitarse en las calles, en la mayoría de las horas del día es peligroso por la cantidad de dióxido de carbono y la ausencia de árboles que nos ayude a tener una mejor calidad del aire y sombras que nos reguarden, mientras que en la noche la oscuridad nos arropa.
El cambio climático es una realidad mundial, en el actual mes de febrero el clima está agradable, pero se proyecta una ola de calor superior al año pasado en los meses que se aproximan. Las inundaciones pueden seguir manifestándose y nuestra vulnerabilidad, tanto de las personas con menos ingresos, la clase media y alta, sigue en aumento.
El uso abusivo del plástico, la falta de políticas serias para el reciclaje, la escasez de parqueos municipales, el caos del tránsito y el mantenimiento adecuado de nuestras vías e imbornales y el sistema de drenaje, como también, la falta de un mapa inteligente para el registro de tuberías y cableados soterrados que permita reparaciones más efectivas, organizadas y menos caóticas; debe de ser la fuente de preocupación programática para darle la importancia que se merece la MUNICIPALIDAD en nuestro Distrito Nacional.
Necesitamos vivir mejor, con mejores soluciones para el tránsito, el aire, las sombras, las iluminación, la seguridad, la inclusión de personas con alguna discapacidad, el cuidado de animales callejeros, apoyo a nuestros bomberos, regulaciones en el uso de los espacios y vías públicas, en fin, es un DEBER salir a votar este próximo 18 de Febrero en las elecciones municipales. Yo votaré por Domingo Contreras, porque necesito que mi ciudad tenga un alcalde con vocación, conocimiento, experiencia y propuestas viables, concisas y precisas para resolver los grandes desafíos que enfrenta nuestra Capital primada de América.