La música refleja y ha reflejado a través de la historia los estilos de vida y de comportamiento de los distintos grupos humanos y sociedades, e igualmente se vincula directamente a la afectividad, las emociones y estados de ánimo de las personas, generando cambios o agudizándolos.

Nuestra historia y nuestra cotidianidad ha estado y está bañada de violencia sexual, violencia de género, acoso sexual, abuso sexual, uso y tráfico de sustancias psicoactivas, sexo transaccional, explotación sexual en espacios educativos, laborales, comunitarios y familiares, siendo parte de nuestra cotidianidad. Resultan lamentablemente invisibles por las barreras y brechas existentes entre la población adulta y la juventud/adolescencia.

El uso de textos que aluden a los problemas mencionados desde expresiones de música popular es parte de nuestra historia y se encuentra en merengues (algunos clásicos) bachatas, mangulinas, baladas, boleros, entre otros. La diferencia actual es la integración de términos populares estigmatizados, la eliminación del doble sentido con uso de términos directos con una agudización de su contenido violento tiene raíces estructurales en la misma sociedad.

Estas manifestaciones musicales criticadas y así sancionadas muestran la gran deuda educativa que ha tenido el Estado Dominicano con los grupos más vulnerables. Las composiciones no cuentan con una base musical ni textual de calidad porque quienes las elaboran no recibieron una educación de calidad, ni formación musical.

Nuestras escuelas no ofrecen educación musical ni lectoescritura de calidad. Nuestras nuevas generaciones no cuentan con herramientas educativas para expresar sus sentimientos, preocupaciones, vivencias combinadas con un modelo estético, no han recibido la formación para ello.

Creo que en vez de juzgar a personas que son exponentes de las distintas manifestaciones musicales, en las que se destacan jóvenes de sexo femenino y masculino, deberíamos utilizar estas canciones para un dialogo intergeneracional y para ubicar en ella los grandes vacíos de nuestro sistema educativo y de la educación musical.

Ojalá que nuestras autoridades y la población adulta que toma decisiones en políticas públicas logren poner los oídos en lo que están sintiendo y viviendo nuestras nuevas generaciones y darle la importancia que tiene la música y las artes en el desarrollo humano.

La música y las artes pueden promover cultura de paz, equidad de género, reconocimiento de nuestras raíces afrodescendientes y existe una gran demanda en nuestra adolescencia y juventud de expresión a través de la música.

Tenemos que darle herramientas para que construyan su propio universo musical y artístico con calidad de modo que pueda perpetuarse en el tiempo y no sea solo una búsqueda de sonar, escandalizar para viralizar, tener más“like”, más seguidores y con ello cobrar más dinero.