La música también puede hacer daño

La música también puede hacer daño

Decía Nietzsche que la vida sin música es un error, una versión algo más metafísica que la frase de Los Panchos de “sin un amor la vida no se llama vida”. O más rotunda aún, la de Pablo, de “(…) si no tengo amor, nada soy”.

Hay personas que “…se hicieron en tango”, como recitaba Julio Sosa”, porque – agregaba – “el tango es macho”.

No pocos se aficionan desde  joven a las cosas sentimentales. Las canciones románticas son moldeadoras de los sentimientos y la música de fondo, condiciona las emociones.

Recuerdo a una señora que cantando tangos irrumpía en llanto, y decía, “es  que si Manuel me abandona, no podría vivir”. Manuel nunca la abandonó, pero cuando ella cantaba tangos,  imaginaba que él la dejaría. Cualquiera que escuche una hora de tangos y se adentre en sus letras, termina llorando o se cargará con una dosis de tristeza que si no se sacude termina envenenado.

Laserie, en una “guapachada” cubana con letras de tango, terminaba diciendo que “al verla así (me) rajé pa’ no llorar”. Una canción de esas no solo les parecen ridículas a nuestros jóvenes, sino que hasta a los propios argentinos de estos tiempos. A menudo, la reacción contraria a esas debilidades de los machos (…”que tienen débiles como ellas el alma”), consiste en “bufearse” el amor y los sentimientos. Nuestro merengue rara vez fue llorón, con todo y no ser nosotros tan machos como los mejicanos y los argentinos.

El supermacho se burla despreciando a la “jeva”, y tampoco faltaron boleristas que escribieron rudas despedidas, por despecho o desengaño; “…tú puedes encontrar lejos de mí quien te comprenda…”. También se han escrito muchas canciones de insulto y de franco desprecio. La incapacidad de amar es uno de los grandes males del presente (Fromm).

En todo caso, la música y las letras, especialmente por la armonía de la rima, tienen un poder de convencimiento muchísimo más fuerte que la prosa, mayor aún cuando esta es vulgar y “populachenta”. Tienen poder hipnótico, un encantamiento que hechiza al alma inadvertida y hasta a las serpientes, utilizado por enamorados y seductores de muchas épocas.

Eran poderosas las serenatas, dirigidas a el alma dormida y con las defensas bajas, que a música y letras agregaban la prueba del trasnochamiento y el  ponerse el pretendiente en evidencia, delatando su amor a una mujer, en desmedro de otras posibles conquistas. La serenata era testimonial, y  también de esto se aprovechaban los seductores habituales de corazones tiernos e ingenuos. Ante la música el alma se dispone para el amor, y es precisamente ese el mejor modo de adorar a Dios, obligándonos a concentrar nuestra mente en la devoción, apartando entretenimientos y preocupaciones, alcanzando la vivenciación del perfecto amor, el que echa fuera todo temor y toda emoción espuria. Bach, Haendel y otros se comunicaron con el Señor mediante su música. Espíritu y alma se armonizan cultivando emociones sanas, evitando expresiones soeces, canciones maldicientes, inconducentes, o simplemente vacías.

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