La nación primero

La nación primero

[b]Señor director:[/b]

Estamos inmersos en una campaña electoral a todas luces mediocre, innecesariamente fuera de tono, donde los programas son simplemente libros a repartir en fiestas hoteleras, pero que nadie le preocupa discutir en el plano y condiciones que espera la nación.

Pareciera que nuestros dirigentes están empecinados en demostrarle al país y al mundo que ellos solamente están interesados en ganar el poder.

Claro el poder es lo que buscan los políticos, pero en modo alguno debe ser un poder que nadie sabe de la forma en que va a beneficiar el país, y en las medidas a tomar para resolver los graves males nacionales que nos acogotan.

El país, de todos, de políticos, empresarios, profesionales y demás, debe ver en sus dirigentes entes superiores, y no una especie de comparsa que gane porque sea la más cara, vistosa o chistosa.

Ante esa dolorosa realidad, no pensamos en las nuevas generaciones que desconocen que la política ha dejado de ser lo que para Duarte debía ocupar el lugar posterior a la filosofía, para sencillamente convertirse en un desagradable espectáculo indigno de un pueblo de mejor suerte de promesas y de golpes en el pecho hemos llenado la vida política nacional, y cada cuatro años se repite el triste quehacer de hombres que olvidaron al parecer que por lo menos tres de ellos han gobernado con sus aciertos y sus desaciertos.

Decir que las ofertas son malas sería desconocer la capacidad intelectual y moral de muchos de los dirigentes nacionales, pero asevera que están dando una demostración de apego a normas y respetos establecidos sería otra manera de mentir.

Ojalá y reflexionemos todos, y un debate, bien llevado, respetuoso, bien organizado le brinde a los dominicanos otra visión de sus aspirantes presidenciales, y que el dinero en esa tanda de insultos por radio, televisión y otros medios sea utilizado en resolverle problemas urgentes a una sociedad que hoy carece de casi todo lo necesario para una vida decente.

Quizás sea arar en el desierto, volver sobre lo mismo, pero razones le sobran al cardenal para afirmar que es deprimente, sobremanera grosero y altamente peligroso para la nación del futuro el espectáculo que hoy nos brindan los que aspiran a gobernarnos, o quizás a seguir desgobernándonos como han querido hacer desde la muerte de Trujillo hasta la fecha, algunas veces lográndola, y en otras disimulando sus intenciones.

El país de todos no va a desaparecer ni en mayo ni en agosto, y los problemas que tenemos no los van a resolver nadie en un día o en horas después de la toma de posesión.

Vender esa idea es peligroso, porque ejemplos existen muchos, y las consecuencias del mesianismo están en la historia a granel, y nadie puede querer retroceder en el tiempo por la forma en que nuestros aspirantes están conduciéndose en una campaña a todas luces millonaria en pesos o dólares y en insulto y falta de propuestas viables, sin sueños ni magos.

Atentamente,

Germán Martínez

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