La sociedad dominicana ha transitado un camino tortuoso, desde la caída de la tiranía, que ha costado enormes sacrificios superar en el tiempo.
Entre luces y sombras de la política vernácula, la población ha sabido imponerse a las circunstancias, a los altibajos que supone nacer y desarrollarse en una nación de limitados recursos económicos, no así en una tierra dotada de enormes riquezas naturales.
¿Qué nos ha hecho falta para alcanzar estadios de modernidad y desarrollo?
Es rigurosamente cierto que cargamos enormes carencias, núcleos poblaciones arrastrando pobreza extrema – lo que acaba de evidenciarse el pasado mes de noviembre con las torrenciales lluvias que han arrasado plantaciones agrícolas, viviendas e infraestructuras públicas.
Pero aún tenemos por delante el inmenso deseo de tener un país dinámico, insertado en la modernidad.
No será suficiente el interés oficial por conseguir metas, si no hay detrás una respuesta de todos los ciudadanos por echar hacia adelante la nacional.
Hay que arrimar hombros con el liderazgo políticos, con las estructuras económicas, con los inversionistas extranjeros, con el sector turístico, para allanar ese camino que nos conducirá al bienestar colectivo.
No hay otra forma de lograrlo.
He repetido que naciones con mayores deficiencias que nosotros se han levantado de la nada, solo con el esfuerzo de sus ciudadanos.
La nación dominicana no es solo sus vistosas plazas y modernos edificios residenciales. Tampoco lo es la capacidad de su gente de poder disfrutarlos.
Hay que trabajar mucho en la seguridad ciudadana, en la educación de la juventud y concienciar a los habitantes de esta tierra en sus símbolos patrios, en las enseñanzas heredadas de sus fundadores, en la mística del servicio a los demás.
Debe ser un compromiso de todos, como bien rezaba un eslogan ya olvidado por los avances de la tecnología y las costumbres foráneas. ¿Es difícil alcanzar las metas?. Me resisto a creerlo.