Ha nacido el Divino Niño/ Que suenen los oboes y resuenen las gaitas/ Ha nacido el Divino Niño/ Celebremos todos su advenimiento Villancico francés.
En la escultura, en el vitral, en la pintura sobre todo, la Natividad ha sido interpretada en incontables obras de autores conocidos o anónimos. Esta fuente de inspiración privilegiada se fundamentó en el Evangelio, pero mayormente en textos apócrifos, que enriquecieron los elementos maravillosos y milagrosos -esenciales para dar curso a la imaginación de los creadores.
Se distinguen tres tiempos en esa iconografía: el período anterior al nacimiento del Niño Dios, la Natividad propiamente dicha, la adoración de los pastores y los reyes magos. Son el segundo y tercer episodios los que han sido representados con mayor frecuencia, figurando en la obra María, José y Jesús, los ángeles, los pastores y los reyes magos, aparte del asno y el buey, e incluyendo a veces a otras presencias celestiales y terrenales. El entorno, aunque se insiste en la pobreza del establo y el lugar, difiere también mucho. Las variaciones han sido, pues, infinitas, pero el sujeto siempre se centra en el amor de la madre por su recién nacido, en la adoración de la Virgen por Jesús. Asistimos así a una celebración conjunta de María y el Niño Dios, ambos con igual importancia en la imagen.
Han investigado que las dos representaciones más antiguas datan del siglo IV, siendo la primera una pintura mural de una cámara mortuoria de una familia cristiana en catacumbas cerca de Roma; la segunda, una escena de los reyes magos adorando al niño, pintada en un sarcófago de la basílica San Maximino. Ahora bien, la mayoría de las versiones iconográficas fueron realizadas durante la Edad Media y el Renacimiento, alcanzando una verdadero esplendor en los siglo XV y XVI, en todo el continente europeo y especialmente en Italia. Cabe señalar que, en la pintura y la escultura latinoamericanas de la época colonial, artistas y artesanos han tratado también con frecuencia el tema de la Natividad.
Distinguen dos tradiciones en la iconografía de la Natividad plasmada en murales y en cuadros-, con posiciones distintas de la Virgen. La tradición oriental y mediterránea suele representar a María, acabando de dar a luz y recostada, modelo vigente esencialmente hasta el siglo XIV. La tradición occidental muestra a María arrodillada y adorando al Niño, o sentada con el pequeño Jesús en las rodillas, variando los gestos de la adoración y de las manos particularmente-. La luz suele centrarse en el niño, generalmente desnudo e irradiando claridad a su alrededor: Él reposa en un lecho formal o informal, confeccionado con distintos materiales, los que pueden tener un valor simbólico, hasta la predestinación del destino trágico del Salvador. La naturaleza religiosa del tema no ha impedido el sello personal de obras, fieles al Evangelio y muy originales al mismo tiempo.
Como en toda obra de arte, contemplamos un cuadro, un relieve o una escultura que represente la Natividad, en conjunto, impresionados por la fuerza expresiva y la sensibilidad que dictan la fe cristiana y la espiritualidad del tema tanto de los grandes maestros como de los anónimos y humildes artesanos. Casi siempre reinan una composición ascendente, una atmósfera emotiva y mística, un deslumbramiento comunicativo.
Luego, y tal vez más que en otros temas, nos fijamos en los personajes, su colocación, sus actitudes, luego en las características del escenario, del paisaje a los objetos. Tratándose de obras antiguas, constituyen también documentos culturales, relativos al hábitat y el vestuario. Al igual que la riqueza formal, el colorido amerita una atención especial, no solamente por el atractivo de los tonos, combinación y armonías, sino por la connotación simbólica: el azul que transmite la realeza celestial, el blanco pureza y luz , virginidad e inmaculada concepción, el rojo susceptible de referirse a la futura muerte de Cristo, igualmente los fastos del oro, relacionado con el aura sobrenatural.
Sí, hay pinturas de la Natividad sencillas, casi austeras y centradas en el recogimiento, y otras complejas que despliegan la fantasía ilimitada y los recursos imaginarios del talento, a la vez que ciertamente todas ilustran un tema mayor de la liturgia católica y la cristiandad, muchas de ellas son obras maestras de la historia del arte universal.