La naturaleza desafía a los dominicanos

La naturaleza desafía a los dominicanos

Noviembre del 2016 pasará a la historia dominicana como el mes que los cielos se abrieron y desparramaron sus aguas a raudales para inundar toda la costa norte de la Cordillera Central en una reedición de lo que ocurrió en 1909, también en un mes de noviembre.
Aquella vez la capital del país solo tenía contacto con las poblaciones costeras con el uso de goletas de cabotaje. Pero los pueblos del Cibao agrícola y productor se comunicaba entre sí con el ferrocarril. Este tenía una línea que iba desde Sánchez a La Vega pasando por Pimentel, no se llegó a Samaná. La otra línea iba desde Puerto Plata por el túnel de Altamira y con la cremallera hasta Santiago, Moca, Salcedo (Juana Méndez), Cabulla y San Francisco de Macorís.
Por lo demás, para las comunicaciones entre los pueblos, solo existían senderos de animales y carruajes. Solo en esa época imperaba la maldad de los políticos que con su caudillismo arruinaban a cada gobierno sometido a los chantajes de los que se creían con el derecho de malversar los fondos públicos oficiales. Parecido a lo de la actualidad con la rapacidad de los políticos y sus anhelos de que le toque una parte del pastel estatal.
En noviembre de 1909, los cielos se abrieron por más de 15 días arrojando millones de metros cúbicos que alteraron por completo el curso de varios ríos. Se produjeron severos deslizamientos de tierra que alteraron la orografía de las montañas aledañas a los ríos Yásica y el Camú que desemboca en Cangrejo, cerca del aeropuerto internacional que naturalmente no existía en ese tiempo.
Y aquella vez de 1909 no existían represas con grande embalses. Por tanto las aguas de los ríos corrían libremente con crecientes pero sin ocasionar los daños que se producen ahora cada vez que es necesario abrir las compuertas del desfogue de la presa de Tavera. Y esto para evitar su colapso con un vuelco aterrador que borraría una buena parte de Santiago y poblaciones aguas abajo hasta Monte Cristi.
El desafío del siglo XXI, que la Naturaleza le ha enrostrado a los dominicanos, es peculiar en su ocurrencia. Pero ha tenido a un gobierno con un Ministerio de Obras Públicas que no se ha amilanado con la magnitud del desastre con tantos puentes, carreteras destruidos y hasta escuelas con sus estructuras dañadas. Y aun bajo las lluvias y ríos desbordados el MOPC ha emprendido una tarea de dimensiones titánicas de reparaciones y reconstrucciones para en primer lugar habilitar el paso por los senderos y puentes destruidos. Para luego aplicar soluciones técnicas que prevean el peligro de las aguas desbordadas e incontenibles que no se sabe cuándo arrasarán otra vez la tierra.
La prontitud con que el MOPC ha iniciado sus labores de reparación de daños se justifica debido a la imagen del país en su destino turístico. Y más en la zona de Puerto Plata. Esta zona ha tenido un positivo renacer desde que el puerto de Amber Cove inició sus operaciones en Maimón con la llegada semanal de miles de turistas que visitan la zona para disfrutar de la hospitalidad.
Imagínese si hubiese ocurrido una tardanza en haber acudido con presteza para reparar los daños como las inundaciones en el aeropuerto Gregorio Luperón. Tal cosa hubiese significado un fracaso para la imagen del país con decenas de tours operadores disgustados por la pérdida de sus turistas. Y más ahora que se inicia la temporada alta de invierno con la esperada llegada de miles de turistas del hemisferio norte de Europa, Estados Unidos y Canadá. Estos tienen sus reservaciones desde hace más de un año para venir a Puerto Plata y la zona Norte a disfrutar del clima tropical, sin las bajas temperaturas normales de sus países en diciembre y enero.
Estamos a tiempo de llevar a cabo los trabajos más urgentes de reparar tantas averías de manera que se normalice el tránsito, y los lugares turísticos recuperen sus atractivos. Naturalmente con el caso de los saltos de la Damajagua en el río Bajabonico puede resultar delicado en su reacondicionamiento. Es necesario consolidar el paso hasta La Isabela y disponer con seguridad la vía hasta Santiago desde Puerto Plata por el túnel. La normalidad, con atención a reparar con presteza y calidad los colapsos de las vías, frenarían el posible daño a una actividad económica, como es el turismo, que sostiene económicamente al país.

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