La Navidad: luces y sombras en 21 siglos

La Navidad: luces y sombras en 21 siglos

Una buena parte de las poblaciones de los países del Occidente del planeta, con el avance de la civilización forjada en los pasados 21 siglos, ha vivido inmersa en el ejercicio del libre albedrío, con largos periodos de oscurantismo, de grandes avances educativos, de salud, de terribles enfrentamientos entre naciones y religiones, grandes preocupaciones para promocionar una mejor convivencia entre todos, pero, lamentablemente se derrumba por el egoísmo de los seres humanos empeñados en aplastarse mutuamente.

Y en ese largo proceso de la humanidad de los pasados 21 siglos ha estado la persistencia de hacerle comprender a la humanidad que la única vía para la vida en armonía es a través del amor al prójimo por el cual vino a implantarlo en la Tierra el Hijo de Dios, cuyo nacimiento se conmemora hoy, aun cuando sabemos que esa divina ocasión ocurrió en otra estación del año en el hemisferio boreal donde el frío no dominaba el ambiente.

Los primitivos padres de la Iglesia cristiana consideraron oportuno apoderarse de los símbolos más trascendentales del imperio romano, y la fecha de hoy y de mañana era cuando se celebraban las fiestas del triunfo del dios Sol sobre la oscuridad invernal y era motivo de grandes celebraciones, por lo cual la nueva doctrina, que ya se había arraigado en los sectores que no eran de la élite de los pueblos bajo el Imperio romano y abarcaba una gran masa humana que el emperador Constantino aprovechó la oportunidad para convertir la nueva fe cristiana en la religión oficial del imperio y fijando el nacimiento del Hijo de Dios para el 25 de diciembre, trasladándolo del día de la Epifanía que era la celebración original.

Sumergidos en la locura de estos días, que en Occidente se dislocan las conductas y todos nos vemos impregnados de un sentimiento que aligera el ánimo con un mayor entendimiento entre todos, pero que lamentablemente en el país la violencia ha sepultado esos sentimientos y Diciembre se ha convertido en un mes sangriento, mientras el comercio ha aprovechado hábilmente la ocasión abriéndole las puertas a la oferta de toda clase de artículos para poder rehacerse de los meses de vacas flacas y generando volúmenes extraordinarios de ventas con una machacadora promoción de lo que se oferta, atrayendo de esa manera a los consumidores, unos con sus ingresos adicionales de regalías, unos endeudándose y otros con cuentas abultadas para el dispendio, adquiriendo lo que se les ofrece y el júbilo de poder gastar, perseguido por la estimulante propaganda de la bondad de lo que se oferta de las mercancías, desde un vehículo hasta el reloj más sofisticado, pasando por los manjares más exquisitos de la estación para adornar las mesas navideñas en la noche de hoy.

El empeño de los padres de la Iglesia, después que el Hijo de Dios dejó plasmada su huella en las áridas tierras de Palestina con su prédica del amor fraterno, de realizar milagros y de la conducta armoniosa que debía reinar entres los seres humanos, era darle un sentido filosófico y escatológico a esa enseñanza mesiánica, esparcida al viento sin un relator, muy distinto a lo que llevó a cabo San Pablo, que en su misión por las ciudades bañadas por el Mar Mediterráneo estuvo todo el tiempo acompañado de un equipo de escritores, que recogían sus prédicas y mensajes, para hacerlos perdurar y llegar a todas las generaciones posteriores del gran acontecimiento de Jerusalén con el sacrificio de Jesús en manos de los judíos y de los romanos.

La posteridad recibió un legado de una vida irrepetible, que ya para el siglo IV de esta Era, el evangelio de Jesús se había convertido en la religión oficial de un imperio que dominaba el mundo de entonces. Por tanto, la fecha, pese a su abultado ropaje mercurial que lo envuelve, viene revestida de la acción de un personaje universal y divino cuyas prédicas conservan la vigencia y frescura de un mensaje incomprendido, o ajustado a los que en los pasados siglos lo han acomodado a sus intereses con el objetivo histórico de manipular las sociedades para interpretarlos a su manera, y casi nunca, como Él quiso que se expusiera, para lograr la redención de los seres humanos con la transformación de los corazones.

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