Hoy, al finalizar el año, con esta brisita fresca que nos llena de nostalgia y gratos recuerdos de una infancia muy feliz, no quiero «conversar» de neuronas y de otros funcionamientos cerebrales. Este período de final de año nos induce a recapitular, a reflexionar sobre lo hecho, lo por hacer, lo espiritual y la felicidad. En algunos, estos días por múltiples razones, los tornan melancólicos, pero luchemos por sonreír, por la felicidad, por lo que implica un auspicioso porvenir, con regocijo, satisfacción, plenitud, alborozo, goce y lo más importante: está demostrado que vivir en la felicidad nos prolonga la vida. La decisión es, por tanto, obvia: vamos a procurarla, para que en el año por venir esa llamada´´felicidad´´se quede junto a nosotros el mayor tiempo posible.
El agradecimiento es una virtud comparable a la que más, que trasluce un sentimiento de nobleza. Mi padre me enseñó que la gratitud es una sencilla y alegre satisfacción guardada en los recintos íntimos del corazón. Asimismo, una profesora me ensenó la famosa frase de Lao-Tse:»el agradecimiento es la memoria del corazón». Inspirado en la gratitud y el agradecimiento, se recuerda gratamente a quien ha despertado en uno la mística de la bondad manifestada que en alguna forma generosa la hemos recibido. Nada compromete más a un espíritu sensitivo, pues obliga a la mutualidad. Me resisto a creer que la complejidad de la vida moderna ha llegado a transformar los sentimientos más profundos del hombre hasta hacerlo insensible a la gratitud. No sería razonable, puesto que este sentimiento debe ser el producto de la inteligencia y si se quiere instintivo, pero nunca podrá ser superficial ni cambiante. La ocasión de fin de año es muy propicia para expresar mi agradecimiento personal, a todos los que nos han dado su cariñoso apoyo.
Por esta condición de correspondencia, de estar al tanto de ser muy agradecido y en saber que recibí hace tres semanas el honroso «Premio Nacional de Medicina, 2019″en la Academia de Ciencias es que quiero agradecer de corazón públicamente a mis familiares, a mis pacientes, a mis fraternos y entrañables amigos, a todos aquellos que por las distintas vías me hicieron llegar sus congratulaciones. De manera particular por sus cartas motivantes al presidente de la República, el Lic. Danilo Medina; al presidente de la Suprema Corte, el Dr. Luis Henry Molina Peña; a los esposos doctores Francisco Álvarez y Mary Fernández, a la familia González Pittaluga (Lab. Amadita)y a la Sra. Milagros Ureña, administradora de CEDIMAT, a todos esos buenos amigos por sus deferencias para conmigo, les agradezco y les expreso mis ¡gracias del alma!
A pesar de lo anterior y que me gusta ser agradecido, soy neurólogo y confieso que no me pude negar a hablar en esta última entrega del tema del cerebro. La prestigiosa revista médica “British Medical Journal” (BMJ) publicó hace dos años un trabajo de investigación realizado por neurólogos del Hospital Rigs hospitalet, perteneciente a la Universidad de Copenhague. Los resultados mostraron que a un grupo de voluntarios que sí les agradaba la Navidad se les activaban las áreas de la corteza motora sensorial, la corteza pre-motora y la motora primaria y el lóbulo parietal (inferior y superior). Se trata de las zonas que tienen que ver con la espiritualidad, la satisfacción, los sentidos y el reconocimiento facial. En resumen, son las áreas que se activan ante situaciones afectuosas y agradables. El estudio tiene en su contra el pequeño universo estudiado (solo 20 personas sanas), 10 de países que celebran la navidad y se compararon con 10 individuos procedentes de países que no tienen una fuerte tradición navideña. En la oportunidad se estudiaron sus cerebros con la Resonancia Magnética Funcional. Los resultados, aunque en pequeña escala, son científicos, mostraron que a los que les agradaba la navidad se les estimulaban las áreas cerebrales mencionadas, en comparación a los que no les alegraban las navidades o no tenían la tradición de celebración no se estimulaban dichas áreas. Hoy reciban ustedes mis muy amables lectores, un abrazo fraterno con deseos de un próspero, feliz y ¡venturoso 2020!