La Navidad y el sentido de lo religioso

La Navidad y el sentido de lo religioso

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Desde las más acentuadas versiones ortodoxas del cristianismo se critica el derrotero comercial y francamente pagano que caracteriza el período navideño en las naciones occidentales. Los principales exponentes de esta escuela dicen que es un contrasentido que el nacimiento del Hijo de Dios se recuerde con fiestas que giran alrededor de comidas y bebidas, música secular y un ambiente comercial.

Estos elementos, dicen, niegan y ofenden el sentido religioso que debe tener el recordatorio de la misión salvífica de Dios que se inició con la encarnación de su hijo Jesucristo. Se sostiene que, contrario a esta práctica, la fiesta navideña debe ser, en esencia, una celebración absolutamente religiosa, de recogimiento y de acercamiento al propósito que tuvo Dios cuando envió a Jesús a la tierra. Estos cristianos creen, en resumen, que con el correr de los tiempos la Navidad o Natividad ha sido desnaturalizada y alejada de la iglesia y de la solemnidad que debe rodearla.

Otros religiosos, en cambio, aceptan los cambios registrados en la observación de esta fecha y los ven como resultado lógicos de una sociedad que es cada vez más secularizada, que tiene nuevos elementos culturales, diferentes y nuevas maneras de expresar su fe, sus convicciones religiosas y sus rituales. Pero, observan, en esencia procuran mantener la memoria histórica de una fecha clave para el cristianismo y los cristianos. Quienes así razonan dicen que en el mundo de hoy todos los actos humanos, los más personales y también los religiosos, van asociados a los negocios en el sentido de que todo tiene que comprarse y venderse y todo trata de presentarse en distintas versiones y calidades. Así, explican, los artículos propios de la navidad son los sencillos de 40 ó 50 años atrás, propios de una sociedad fundamentalmente rural, y los modernos que son fabricados con maquinarias y materiales modernos, que conllevan procesos distintos y, por lo tanto, tendrán precios más altos que los primeros. Ahora la gente tiene que viajar y desplazarse dentro de un mismo país o de una nación a otra para juntarse con sus parientes y seres queridos para celebrar las fiestas navideñas. Y estos viajes hay que hacerlos en vehículos de motor o aviones. Ahora, como ayer, la gente quiere vestirse con elegancia para la  ocasión, hecho que necesariamente conduce a las personas hacia las tiendas y lugares donde puedan conseguir los atuendos de su gusto. Pero el propósito siempre será el mismo, aunque la apariencia sugiere otra interpretación.

Un dato que debe tomarse en cuenta a la hora de hacer estas consideraciones y rechazar o impugnar lo que podríamos denominar un espíritu religioso secularizado, es el ambiente o disposición ampliamente religioso y particularmente cristiano que existe hoy en día. Desde los años ochenta la búsqueda religiosa ha estado presente por doquier. Los hombres y las mujeres tienen ansia por la dimensión divina de la vida, por lo trascendente, por encontrarle sentido a su vida y por conseguir una misión que le imprima mayor valor a la existencia.

La celebración de la Natividad de Jesús ha cambiado de la misma manera que los creyentes y  las iglesias cristianas han estado cambiando su liturgia de adoración, su himnología y hasta su estilo personal. Ahora los cánticos son más alegres, más cercanos a los ritmos populares y más corporales, con unas composiciones más mediadas por el contexto de sus autores. La cultura y la contextualizaciòn han desempeñado un papel de primer orden en estos cambios, unos cambios que, en el caso de la República Dominicana, acercan más al creyente a lo dominicano y le permiten expresar su fe en su situación.

 Algunos dirán que quienes se alejan a los hoteles, a sus casas de descanso o van al bar o al colmadón, son personas alejadas del sentido de la Natividad. Lo cierto es, sin embargo, que el Jesús que nació en Belén, el verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros, se acercó a toda la humanidad, sin importar la particularidad de cada uno de sus miembros.

La historia de las iglesias cristianas, por lo demás, es la historia de los cambios en su manera de acercarse a Dios, de interpretar los libros sagrados, de predicar y de adorar, de construir templos y de involucrarse con la cultura. Pero siempre, en cada caso, la esencia permanece. El interés del hombre y de la mujer por la divinidad trasciende los tiempos y las culturas, y siempre su búsqueda de Dios la hará desde su situación particular.

(bavegado@yahoo.com)

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