Encuentros. La Navidad y mi alma

Encuentros. La Navidad y mi alma

Desde el Alma
Hermano cuerpo estás cansado
desde el cerebro a la misericordia
del paladar al valle del deseo
cuando me dices / alma ayúdame
siento que me conmuevo hasta el agobio
que el mismísimo aire es vulnerable
hermano cuerpo has trabajado
a músculo y a estómago y a nervios
a riñones y a bronquios y a diafragma
cuando me dices / alma ayúdame
sé que estás condenado / eres materia
y la materia tiende a desfibrarse
hermano cuerpo te conozco
fui huésped y anfitrión de tus dolores
modesta rampa de tu sexo ávido
cuando me pides / alma ayúdame
siento que el frío me envilece
que se me van la magia y la dulzura
hermano cuerpo eres fugaz
coyuntural efímero instantáneo
tras un jadeo acabarás inmóvil
y yo que normalmente soy la vida
me quedaré abrazada a tus huesitos
incapaz de ser alma sin tus vísceras.
Mario Benedetti

Le reproché a mi alma por qué amo ver caer la lluvia, porque la que está cayendo incesantemente está sepultando muchas ilusiones. No puedo creer que el llanto desesperado del cielo en vez de salvar la tierra y sus cosechas, las haya sepultado en sus aguas torrenciales. Tanto ha llorado el cielo que el agua brota a borbotones por la tierra. Su rabia ha sido tan grande que ha destruido puentes, carreteras, viviendas y familias completas. No entiendo cómo el agua, regalo de la naturaleza y esencia de la vida, fuese capaz de convertirse en una fuerza destructora. ¿Será la venganza por el maltrato sistemático y sin piedad que le hemos provocado a nuestro propio hábitat? ¿Pero por qué ensañarse con los más pobres? Y esta larga temporada de lluvias se produjo precisamente en la época navideña. No puede ser más triste esta navidad.
Adoro la época navideña. Desde niña vivo fascinada por las luces de colores que adornan los árboles, las casas, las tiendas, las calles…. Hoy, mientras escribo este Encuentro, tengo las luces de mi árbol encendidas, y en vez de sentir alegría, sentí nostalgia en mi corazón. Sentí vergüenza de mi alegría, de mi pequeño bienestar, de mis pequeños triunfos. Detrás de estas cuatro paredes hay gente que sufre, que no tendrá navidad, ni noche buena. Con mis escasos recursos podré ayudar al prójimo más próximo, pero quedarán muchos sin saborear aunque fuesen pequeños manjares. Entonces me embarga la impotencia.
El parpadeo de las luces detuvo mi escritura. Me distraje con la secuencia constante del parpadeo. Sus colores me sedujeron, de tal manera que olvidé por un instante la tristeza y el drama que vivimos. Me envolví en su magia y recordé los momentos de alegría de mi niñez, cuando esperaba ansiosa el 25 de diciembre para abrir mis regalos. Era el ser más feliz con lo poco o lo mucho que me regalaban mis padres. Entonces yo pensaba que los traía el Niño Jesús.
Desperté de repente. Dormía con los ojos despiertos. Volví a realidad. Comenzó de nuevo la lluvia de forma torrencial. Me levanté para mirar. Caía tan fuerte que penetraba por debajo de la puerta, chocaba duramente por los cristales de la ventana. Desde lejos pude apreciar que los tarros estaban saturados de agua, la tierra que soportaba las plantas ornamentales que luchaban por sobrevivir, se ahogaban sin poder hacer mucho. La humedad se esparcía por el ambiente, enrareciendo el aire. Costaba respirar. Las luces de colores que adornan la ventana anunciando la navidad, se desdibujaban con la lluvia. Volví entonces a pensar en esos miles de seres que lo han perdido todo. No bastarán las ayudas que podamos ofrecer. No bastarán los discursos. Reconstruir esas vidas deshechas no será tarea fácil.
Lo confieso, siento un profundo sabor amargo en esta navidad. Me confunde el futuro. No lo veo claro. Y no me refiero a mi pequeño espacio vital y familiar, con nuestros dramas, el amor nos une. Pienso en el mundo, en este mundo del siglo XXI que se desgarra.
Como todos en esta navidad los países de los cinco continentes están, estamos, atentos a la organización del nuevo gobierno de los Estados Unidos. El sistema electoral norteamericano dio muestras, nueva vez, que la supuesta democracia perfecta, no lo es tanto. El voto popular le dio a Hillary Clinton dos millones de votos más que a su oponente, pero no ganó, gracias a los colegios electorales. ¿Es justo? Ellos han defendido su sistema como una forma de equilibrar el poder entre los estados poblados y los menos poblados. A mí no me convence mucho. Este caso ocurrió con Al Gore. Pero ahora la diferencia fue mucho mayor.
Donald Trump, el flamante y cuestionado Presidente electo, se prepara, organiza y establece alianzas. Los colaboradores elegidos son representantes de la ultra derecha norteamericana. ¿Volverá el Big Stick o el Gran Garrote de Theodore Roosevelt de los inicios del siglo XX? La llegada del año 2017 es una gran incógnita con respecto a la política exterior norteamericana. ¿Se atreverá Trump a aplicar todo lo que dijo mientras era candidato? Esa es la gran interrogante. ¿Qué hará con la llamada lucha contra el terrorismo? ¿Se aliará a Putin?
¿Qué puedo decirles? Que estamos en navidad, y que mi alma, a pesar de disfrutar el tiempo de compartir con la familia y los amigos, tiene inquietudes con el futuro inmediato. Me duele el drama humano que han dejado las lluvias, como un castigo divino por maltratar el espacio que habitamos. Me duelen los miles y miles de dominicanos que tendrán una triste, tristísima navidad. Sus vidas dependen de las dádivas que puedan recibir. Me duele el derrotero del mundo. Me preocupan las correlaciones de fuerzas que se desarrollarán a partir de la llegada del 2017.
Es por esas profundas preocupaciones y angustias que he tenido una pequeña discusión con mi alma. Hace un tiempo le había pedido, le había implorado más bien, que no fuera tan sensible, que me hiciera más dura para que la realidad no me golpeara tanto, pero nunca me ha hecho caso. Me ha dejado al vaivén de la realidad. Tendré que procurar algún escudo protector que me permita dejar pasar algunas cosas que ocurren para que no me lastimen.
A pesar de mis penas, adoro este tiempo. Espero siempre con ansias el mes de noviembre, preludio de diciembre, el mes mágico de la navidad. Cada año me propongo nacer con el Niño Dios, para reinventarme, para no morir en la rutina agobiante ni por los lazos impuestos de esta sociedad tan hipócrita como falsa. Mientras tanto, seguiré observando ensimismada el pestañar de las lucecitas de colores que anuncian la llegada del mes más hermoso del año.

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