El problema no es sólo de Francia: su eco resuena en todo el continente.
El déficit fiscal, que según el Pacto de Estabilidad y Crecimiento debería mantenerse por debajo del 3 % del PIB, ha desbordado reiteradamente ese límite. Aún así, el promedio de la Unión Europea mostró un leve respiro en 2024, al descender del 3,5 % al 3,2 % del PIB respecto al año anterior.
En la zona euro, más extensa y diversa, el déficit se situó en 3,1 % del PIB, apenas por debajo del 3,5 % registrado en 2023.
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El problema, sin embargo, se agrava al mirar país por país: Rumanía sufre un déficit del 9,3 % del PIB; Polonia, del 6,6 %; Francia, del 5,8 %.
Más sombrío aún es el panorama de la deuda pública, que según las reglas comunitarias debería mantenerse por debajo del 60 % del PIB. Pero en 2024 el promedio de la UE se alzó al 81,1 %, y en la zona del euro alcanzó el 87,4 %.
Por naciones, el cuadro parece pintado con tonos de advertencia: Grecia carga con una deuda del 153,6 % del PIB, Italia, del 135,3 %; Francia, del 114 %, Bélgica, del 104,7 % y España, del 101,8 %.
Revertir este desequilibrio resulta arduo, pues el espacio fiscal se ha estrechado. La presión tributaria promedio de la Unión Europea ya roza el 41 % del PIB, y es aún más asfixiante en Francia (47,4 %), Dinamarca (46,9 %) y Bélgica (45,9 %).
Ante este escenario, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, la búlgara Kristalina Georgieva, ha lanzado un llamado vehemente: urge que la Unión Europea nombre un “zar del mercado único”, investido de autoridad real para impulsar las reformas que devuelvan competitividad a la economía y equilibrio a las cuentas.
Y, al dirigirse a su “querida Europa natal”, quizás consciente de que sus pueblos siguen alimentando sombras con presupuestos rotos, advirtió con tono de oráculo: “Ya saben lo que hay que hacer. Es hora de actuar.”
Sus palabras resonaron poco después de que el canciller alemán, Friedrich Merz, timonel que sabe que el mar del déficit no perdona, alertara que “el Estado del bienestar ya no es sostenible financieramente”.
Las cifras alemanas le dan razón: uno de cada tres euros generados se destina a pensiones, asistencia y otros gastos sociales.
Los oráculos de la razón fiscal han hablado. Resta saber si los reinos, sordos aún, seguirán caminando dormidos hacia su ruina numérica.