La Neurocultura

La Neurocultura

El humano, como  artífice general de sus expresiones sociales, encierra en esta modernidad, ansiedades profundas. Nuestras raíces culturales más vigorosas nos vienen del humanismo renacentista, que situó al ser humano en el foco de su propio destino,  su optimismo congénito emana de la revolución industrial, que dio al hombre el control del mundo  exterior.

El desarrollo de ese mismo ser, que lo armó para auto dirigirse, le impuso la conciencia de su propio destino, hízolo responsable de lo que él mismo tiene de erróneo. Ese humano, ha buscado la explicación por siglos de sus sentimientos, pero tal vez ellos mismos  pueden haber sido un cimiento necesario para los comportamientos éticos, mucho antes de la época en que los seres humanos empezaron siquiera la continuación deliberada de normas inteligentes de conductas sociales.

La cultura, como definición tiene numerosas acepciones, dependiendo de si el enfoque es sociológico, político o económico; pero tomemos una definición práctica, que para M. Harris cultura es “el conjunto aprendido de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquiridos, de los miembros de una sociedad, incluyendo sus modos pautados y repetitivos de pensar, sentir y actuar”. Esta sabia definición, la aceptamos como válida, pero por igual reconocemos que la cultura no nace de hoy a mañana, como un decreto o  acuerdo intencionado o consciente por un grupo de seres humanos. La cultura es un “continuum”, de productos sucesivos creados por grupos de seres humanos que han obedecido primero a reglas impuestas por sus genes y luego con ellas y el desarrollo de su conducta, a la obediencia más sagrada, que es aquella que persigue salvaguardar la supervivencia del individuo y de la especie.

¿Qué es la neurocultura? Releyendo la obra del prominente pensador español  Profesor Francisco Mora, neurocientista egresado de Oxford, señalando él que: “Estoy convencido de que no puede haber una teoría satisfactoria del arte y la belleza que no tenga una base neurobiológica. Toda actividad humana es en último término un producto de la organización de nuestros cerebros y sujetos a sus leyes. Por eso espero que la neuroética, el neuroarte, se amplíen y puedan aplicarse a otros temas, tales como las bases neurales de las creencias religiosas, la moralidad y jurisprudencia. Todo ello de fundamental importancia en la búsqueda del hombre para entenderse a sí mismo”.

Si damos una ojeada a los periódicos del mundo, incluyendo los suplementos culturales, hay una tendencia de la intelectualidad del cosmos a hablar, a referirse al órgano rector, al cerebro de una u otra forma, hay una corriente universal  de saber cómo percibe, cómo razona, cómo crea. Nosotros, somos militantes en el país de esta moderna corriente de pensamiento. Por nuestra condición de neurólogo, hemos tratado de dar a conocer cómo funciona ese grupo neuronal cerebral, dónde radica toda acción  intelectual.

Son muchos los pensadores que están detrás de saber sobre el pensamiento, sabemos que la mente moderna pasa de un tipo de conciencia a otra con la facilidad que se cambia de canal de televisión. Lo hace constantemente, cribando experiencias, combinando las nuevas con representaciones antiguas, recuperando desde todo tipo de memorias biológicas y externas, hasta crear nuevos mundos de significado y capas de metáforas supuestas unas sobre otras. Para muchos el distintivo de la mente moderna, es esta contante de integración y reelaboración de nuevas experiencias a través de múltiples formas de procesar la información.

Al  amable lector leer este artículo, estaremos en Hungría en el Congreso Europeo de Epilepsia, celebrándose en Budapest, donde hablaremos de el más moderno antiepiléptico, el “Vimpak”. Pasaremos unos días en París; los aprovecharé para rebuscar con nostalgia las huellas de Albert Camus, al pasear por el Sena, de eso trata la Neurocultura. Es una cultura que posiblemente presidirá los cambios sociales que se avecinan, esta vez basados en el conocimiento de cómo opera nuestro cerebro, órgano productor de cuanto somos y origen último de cómo nos comportamos. Eso es Neurocultura.

Publicaciones Relacionadas