Por una invitación de la directiva de la Sociedad de Neurología y Neurocirugía, tuvimos el alto honor de dictar una conferencia sobre la Neuroética. Desde mi adolescencia temprana estoy escuchando el término, en razón de ser hijo de un personaje que trilló el tema de la ética y la moral con un fervor que lo llevó a ser el autor con más publicaciones en Latinoamérica de este tema filosófico que trata sobre la conducta moral y las acciones éticas del ser humano.
El término Neuroética es una palabra compuesta que combina los elementos de las neurociencias con las acciones correctas normadas por la ética, más bien por la bioética. En una definición simple pudiéramos decir que es: una nueva disciplina que ha surgido formalmente en el 2002, para agrupar aquellos temas teóricos y prácticos que tienen consecuencias morales y sociales en las ciencias neurológicas, tanto en el laboratorio como en la atención sanitaria o la vida social.
Tomamos estos juicios del libro “Etica Profesional”, de la autoría de mi progenitor: “La Ética implica el ejercicio de la virtud, impuesta al individuo como una obligación dirigida a preservar la integridad social. Su aplicación en el ámbito de las ciencias demuestra, a su vez, que desempeña una alta misión cultural, por cuanto cualquier actividad de orden intelectivo ejecutada bajo la inspiración de las normas morales, estaría cumpliendo los altos propósitos que impone el recto proceder”.
En ocasiones los términos ética y moral se usan de manera indistinta. La palabra ética deriva del griego –ethos- que significa carácter, conductas y modos de ser adquiridos, y a su vez raíz de donde emergen todos los actos humanos. Esta ciencia constituye la ciencia de lo moral. La expresión “moral”, deriva del latín –mos, moris-que significa uso, costumbre, comportamiento. De suerte que una idea es consecuencia de la otra, heredada de esa relación greco-romano y que los filósofos actuales usan el término ética como sinónimo de moral.
La Neuroética es en verdad una nueva disciplina que también estudia las implicaciones políticas, éticas, legales y sociales de las neurociencias y sus avances en la investigación. Bien sabemos que las investigaciones en este campo son exponenciales con respecto a otras especialidades de la medicina. Sé que mis amables lectores están al tanto de que la base genética y cerebral, nos dota de capacidad moral, pero las concreciones morales son fruto de la racionalidad humana, conformada histórica y culturalmente. Eso es lo que hace que, aunque toda la especie humana tenga la misma capacidad moral, no todos los colectivos culturales, ni todos los momentos de su historia, tengan los mismos códigos u orientaciones morales. Esto obliga a conjugar la base neural biológica con las concreciones histórico-culturales.
Los avances en el conocimiento del sistema nervioso nos han proporcionado nuevas perspectivas del yo y la relación del individuo con la sociedad, y no solo han tenido implicaciones en aspectos clínicos, sociales, filosóficos, sino en la naturaleza y formas de enfocar la valoración humana. ¿Se está fomentando una neurocultura? ¿Nos encontramos, pues, a las puertas de una nueva cultura? ¿Nos encontramos en esta parte del siglo XXI, y ante la explosión acelerada y constante de la ciencia del cerebro, ante la construcción de una nueva “carpa” cultural? ¿Se puede empezar a hablar de una cultura que basándose en los conocimientos que aportan las ciencias del cerebro pueda llevar a conformar un nuevo modo de pensar, de cambiar los etilos de vida, de cambiar el conocimiento y las concepciones de la economía, el arte e incluso llegar a desafiar las concepciones religiosas establecidas?
Si tuviera yo las respuestas a esas interrogantes que hace Francisco Mora en su obra “Neurocultura”, sería el primer Premio Nobel de nuestro amado terruño. De esos fascinantes temas filosóficos continuaremos “conversando”, con sumo agrado.