Se podría resumir que la neuropenalidad es la neurología de la responsabilidad penal. ¿Cómo el cerebro nos ayuda convivir con los demás y a expresar buenos valores humanos? Lo podríamos explicar por la neuroquímica del apego y los vínculos afectivos de los mamíferos. Hoy se le da mucho peso a la genética, los estudios sobre los receptores genéticos por ejemplo de la oxitocina (neurohormona de la mansedumbre), el rs53576. Relacionan su secreción con el tamaño de la sustancia gris en hipotálamo, la corteza frontal anterior y las amígdalas cerebrales, esto significa, con las áreas que tienen que ver con la conducta emocional del humano y con la correcta sociabilidad.
La figura jurídica aplicable al tema es la que se denomina como “testigo experto”, el cual en los juicios y demás procesos legales es inquirido como técnico en un campo definido. He participado como neurólogo en varios juicios en los que me ha tocado exponer sobre las condiciones de mis pacientes, es decir que he tenido experiencias con la neuropenalidad. El tío Fernando y mi padre fueron prominentes abogados, mis dos hijas los heredaron. En una concepción “jurídica” me crié, de esos tiempos pretéritos evoco a mi amorosa madre (recordándola en su día), con su bella caligrafía Palmer escribía por largas horas todos los documentos legales del bufete de abogados de mi padre, en unas hojas rayadas con el escudo nacional, distantes estábamos de la época de las computadoras. Por igual recuerdo cuando mi padre era procurador, la reminiscencia de verlo postular en estrados yo aun chico, con su gran inteligencia y su verbo florido, no sin razón lo llamaban en los corrillos litigantes el “pico de oro”. Tuve esta nostalgia de mi infancia, forjada por haber estado yo hace dos semanas en estrado, practicando la neuropenalidad. Nos tocó como médico neurólogo, exponer ante un juez sobre la salud de un paciente nuestro de 83 años, para lograrle prisión domiciliaria.
Permítanme mis amables lectores, compartir algunos de los casos en que he participado como “testigo técnico” en lo que hoy conocemos como neuropenalidad. Un paciente con el Síndrome de Párkinson, de posición acomodada, se inicia abruptamente como jugador compulsivo en los casinos (ludopatía) perdiendo una fortuna. Luego determinamos, que se trataba de una secuela de la medicina que estaba tomando, demostrado esto en una corte norteamericana y por ello se logró una indemnización de la farmacéutica. Otro caso, una joven profesional epiléptica bien controlada por varios años, olvidó su medicación diaria y tuvo un accidente automovilístico en que penosamente hubo un muerto. Se comprobó con testigos que había convulsionado antes del accidente. El caso de un paciente nuestro con un Alzheimer avanzado, su hijo de conducta cuestionable, hace firmar al padre el traspaso de su compañía a su nombre (con notario), dejando a su madre y a su hermana fuera de los beneficios de esa empresa próspera. Estos son algunos ejemplos de donde participa la neuropenalidad, y donde es deber del médico tratante explicar ante el juez que ese quebramiento de la ley no es exactamente culpa del infractor, o que el paciente ha sido víctima de un abuso de confianza por sus deterioradas condiciones de salud. Sobre el diagnóstico temprano del Alzheimer, invitamos a todos los interesados a la conferencia que dictaremos mañana lunes en el salón de COPRESIDA en la Plaza de la Salud, a las 4:00 de la tarde con entrada libre, en la Asociación Dominicana de Alzheimer.
Por ser “la neuropenalidad” un tema compuesto de neurología y justicia, comparto con ustedes juicios del libro “Ética del Juez”, de la autoría de don José Silié Gatón: “Puesto que la justicia es la máxima expresión de la igualdad, dando a cada quien lo que le pertenece, como una de las virtudes del humano linaje, recoge en su contenido de bien, lo que son: la rectitud, que razonablemente guía la inteligencia humana hacia objetivos claros; el derecho, que lleva en su esencia la facultad de la razón y la legitimidad; la imparcialidad, que contiene el sosiego de la neutralidad por desinterés en las causas; y la equidad, que es equilibrio de la balanza, que no se inclina de este ni del otro lado para favorecer por interés, simpatía o capricho a uno ni al otro”. De haber estado vivo mi padre, de seguro ya me hubiera invitado a escribir un libro con él sobre la neuropenalidad.